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Blog del Sº de Cirugía Oral y Maxilofacial & Unidad de Odontología y Periodoncia Hospitalaria. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo

  • ¿Por qué los libros de Rinoplastia son siempre los más gordos? ¿Y qué tiene que ver el ajedrez con esto?

    Soy especialista en Cirugía Oral y Maxilofacial, con especial dedicación a la rinoplastia y a la cirugía ósea facial. El área anatómica que cubre mi especialidad es una de las más complejas del organismo (con permiso de la transcavidad de los epiplones y el córtex entorrinal del lóbulo temporal, queridos colegas de otras especialidades…). Dada la gran inervación sensitiva y motora de la cabeza y el cuello, las enfermedades de nuestra zona tienen una gran variedad de síntomas y signos. La necesidad de respetar las complejas estructuras de la región durante los procedimientos quirúrgicos es uno de los grandes retos de la cirugía.

    Y como escribo este post el 2 de enero, a la espera de los regalos de los Reyes Magos, y ya habiendo hecho una visita relámpago Papá Noel, he pensado en hacer un pequeño juego mental: comparar la cirugía de la nariz con un juego de mesa o de tablero.

    RinoplastiaRinoplastia

    Pero, por favor, que no cunda el pánico. Es sólo un juego navideño. Que además me sirve para explicar el título de este post: ¿Por qué, de todos los libros de cirugía que pueblan-invaden mi librería médica, los de rinoplastia son siempre los más gruesos, y muchos van en dos tomos como dos ladrillos?

    Hay muchos tipos juegos de mesa. En la película clásica Juegos de Guerra (1983 según Wikipedia) hay un programa informático autónomo que, por circunstancias que le pueden pasar a cualquiera, decide lanzar una guerra nuclear total. Lo que hacía interesante la película es que ese programa era el que decidía cuándo disparar los misiles nucleares de EEUU. Para el programa era todo sólo un juego más, y, de hecho, estaba entrenado para jugar a diversos juegos. La única forma de pararlo fue ponerle a jugar al 3 en raya, y que él mismo viera que es un juego aburrido, en el que, si ambos jugadores juegan bien, siempre acaba en empate; luego le pusieron a jugar a todas las combinaciones posibles de guerra nuclear total, y como no había manera de ganar, se aburrió también. El guiño final viene cuando el programa le propone a su programador jugar a algo más divertido. Le propone jugar al ajedrez.

    Pues bien, ahora es cuando entro en materia argumental: el ajedrez no dudo que es el deporte ciencia y blablá, pero no sirve como metáfora para comparar la cirugía con los juegos de mesa. ¿Por qué? Pues porque… es demasiado simple, en cierto sentido.

    Que siga sin cundir el pánico. Paciencia hasta el final.

    El ajedrez es complicado durante la partida, pero la colocación de las piezas y lo que se puede hacer con ellas es muy simple, y siempre es igual. Las primeras 5-10 jugadas entre jugadores de cierto nivel son siempre predecibles. Luego la cosa se lía, pero, lo siento, no me sirve de metáfora para la cirugía de rinoplastia.

    Papá Noel me trajo un juego que se llama "AgrícolaÒ" Se ve que había oído de mis veleidades vegetarianas, pero no se había enterado de que hay una parte importante de ganadería en el juego. En fin…

    Jugando estos días al "agrícola" me he dado cuenta de que sí sirve como metáfora adecuada para la cirugía de rinoplastia, y me va a permitir explicar por qué nuestros libros sobre rinoplastia son tan gordos. Tanto la mecánica del juego, como lo que uno tiene al principio de cada partida, así como los beneficios que uno va obteniendo a lo largo del juego, van cambiando en cada una de las partidas. Hay decenas de cartas (se reparten 14 cartas a cada jugador), de tres categorías, que modulan lo que cada uno de los jugadores, con una granja vacía a la que hacer prosperar, puede o no puede hacer. El objetivo del juego es conseguir una casa más grande y de mejor calidad, unos sembrados productivos y unos cercados para los diferentes tipos de animales. El que suma más puntos por cada uno de esos ítems, gana. El juego está pensado de tal manera que se necesita mejorar en todos los ámbitos, porque penaliza la falta de variedad de animales, los monocultivos, las parcelas vacías y las casas pequeñas.

    Y la rinoplastia, ¿qué? Pues cuando un paciente entra en el quirófano, resulta que las piezas no están como en el ajedrez, todas colocaditas iguales. Hemos podido hacer bien el trabajo previo, tocando la piel, palpando la estructura, sintiendo la rigidez de las diferentes estructuras, evaluando la respiración nasal con todas nuestras herramientas, incluso con un TC para afinar en la anatomía nasal. Hemos hecho todo, y con eso tenemos ya unas poquitas cartas, que nos dan una idea inicial de cómo se puede desarrollar la partida. Una partida que será única, porque cada nariz es literalmente única, a no ser que se operen dos gemelos univitelinos. Según va avanzando la cirugía, vamos descubriendo cosas nuevas (estos ligamentos piriformes que no aguantan, estos cartílagos alares son más blandos de lo que parecía). Nos van dando más cartas, con distintas posibilidades y limitaciones. En unos minutos tenemos un "agrícola" con unas 200 "cartas", algunas de las cuales ponen bien clarito para qué sirven, en otras está un poco borroso el contenido, otras no las hemos visto nunca. El desarrollo de la cirugía más allá de la incisión en la piel y el vestíbulo nasal es completamente diferente dependiendo de las necesidades concretas. No tenemos diez jugadas iniciales estándar. Si acaso, dos… Y hay que ir tomando decisiones desde el primer minuto: ¿para qué? Para tener más puntos. ¿Pero, puntos de qué? De estética, de función, de simetría, de visión frontal, de visión lateral, de visión medio-lateral, de visión desde abajo…. Como en el "agrícola", no vale el monocultivo: no valen muchos "puntos" de estética frontal si luego no respira por un lado de la nariz, o la simetría de los orificios nasales se resiente.

    Las instrucciones para el "Agrícola" son 11 páginas tamaño folio, con dibujitos incluidos. Algunos números de páginas de libros de nariz de mi biblioteca, un poco al azar: Çakir (420 páginas), Tebbets (650), Daniel (900, antiguo y otro de 450 del año 2018), Dallas (1200 en dos tomos), Sheen (1450 en dos tomos).

    Entonces, ¿dónde está el parecido aquí con un juego de 11 páginas de instrucciones? Aun así, lo hay: las instrucciones del juego son como las primeras 30-50 páginas del libro, donde se repasa la evaluación general del paciente, la anatomía general, etc. Cosas como: "no opere a un paciente que no se contente con algo diferente a la perfección"; esas cosas vienen ahí. Y el resto de los cientos de páginas, ¿ahí qué pone? Pues es casi todo contar pautas de estrategia para hacer crecer equilibradamente nuestra "granja", así como muchos resúmenes de "partidas individuales", que nosotros llamamos "casos clínicos".

    Las metáforas pueden llevarse hasta cierto punto, pero no podemos estirar el chicle indefinidamente (otra metáfora). Este post pretende dar una idea precisamente de que la cirugía de rinoplastia no es un juego, sino un conjunto de maniobras complejas, con implicaciones serias. Las herramientas de modificación 3D, que a nosotros nos sirven para planificar los casos y para que el paciente se haga una idea de qué tipo de resultado puede razonablemente esperar, esas sí son un juego. Un juego útil, como los juegos de los niños son útiles para su desarrollo mental. Pero en cuanto el paciente entra al quirófano, dejamos de jugar y nos ponemos a trabajar.

    Pues aquí termino. Espero haberos convencido de que los parecidos están en todas partes, o al menos, demostraros que, a diferencia de los refranes, un huevo y una castaña sí se parecen; y las narices y comer trigo también tienen que ver; y del día y la noche se pueden sacar similitudes también.


  • El post que no quería escribir, que me resistía a escribir…y que finalmente escribo

    Me he resistido a escribir este post. Ya tenía la idea desde hacía unas semanas.

    Pero me he resistido. ¿por qué? Pues porque en uno o dos días el post se iba a aquedar anticuado. ¡¡¡Cielos!!! ¿Anticuado en uno o dos días? ¿Es que va a haber un avance médico huracanado que a esa velocidad va a arrasar con lo que iba a escribir?

    Pues no, no quería escribir sobre ningún avance médico. No voy a describir ningún método de diagnóstico o tratamiento que mañana por la tarde el chatGPT o alguno de sus herederos dejen anticuado, o Skynet irrelevante. En realidad, voy a proponer un pequeño retroceso. Cuando digo retroceso, no me refiero a que volvamos a las cataplasmas y las sangrías y las sanguijuelas (aunque tanto las sangrías como las sanguijuelas siguen teniendo, querido lector-barra-a, sus indicaciones en el abanico de terapias útiles). Iba a abrir un paréntesis sobre el paréntesis, para indicar que he puesto abanico en vez de arsenal, porque las metáforas guerreras en la medicina siempre me han chirriado.

    En fin, se nota que en realidad estoy haciendo tiempo para no escribir de lo que quería, o más bien no quería, escribir desde el principio.

    ¿Cuál es el retroceso que propongo? Sólo querría dar marcha atrás unos añitos. No me refiero a meterme en un DeLorean tuneado y volver a los años 50 como Marty McFly. Los 50 en España no fueron como revivirlos. Pero me vuelvo a desviar. Tres años y dos meses es lo que quiero retroceder, si esto les da una pista del asunto.

    Tampoco es ninguna locura: en el resto de los ámbitos de la vida, hemos vuelto: vamos por la calle tranquilamente, entramos en el supermercado, en el centro comercial, en el transporte público, en el Templo de la Vida Moderna (el bar, para entendernos); y hacemos todo eso tal y como hacíamos hace 3 años y dos meses.

    mascarillamascarilla

    Pero en los hospitales, centros sanitarios, farmacias y centros sociosanitarios, seguimos anclados en el …. presente. Somos la aldea gala que resiste ahora y siempre al influjo de la vida de alrededor. Nos resistimos a volver al pasado. Para entendernos…. Seguimos con la norma que hace obligatorias las mascarillas, tanto a los trabajadores como a los pacientes.

    Por si esto lo lee un habitante de un planeta que orbite Alfa Centauri y no entiende bien el asunto: un paciente tiene que ir al hospital; por ejemplo, a nuestra consulta de maxilofacial. Así que (de la misma manera que el médico), se mete en el metro o en el autobús (como su médico), sin mascarilla, se toma un café en el bar de la esquina (como su médico), sin mascarilla, entra en la consulta, poniéndose la mascarilla que tenía guardada en el bolsillo de la chaqueta desde hace dos meses (el médico al menos se pone una nueva por lo menos todos los días). El paciente se sienta en la sala de espera con su mascarilla llena de lamparones y pelitos sueltos indicativos de solera y eficacia filtradora, y por fin entra en la consulta del médico, que después de hacerle la entrevista enmascarados ambos, le pide que se la quite para poder explorarle el interior de la cavidad oral. Del dentista ya ni hablamos, porque la situación es aún más cómica, si no fuera lamentable.

    ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién va a quitar la norma de las mascarillas? Reconozco que es más fácil poner una medicación crónica que quitarla. Todos los médicos tenemos experiencia con el típico paciente polimedicado, que toma varias pastillas sólo para paliar los efectos adversos de otras medicinas, que a su vez una vez un médico suplente le puso antes de que se mudara con su hija y su yerno y cambiara de médico de atención primaria, el cual, si un día tiene tiempo para meterle mano al arsenal (este sí) de medicación, va a intentar ordenar el desbarajuste (bueno, ya, si eso, para la siguiente visita, que hay muchos pacientes en la sala de espera).

    Poner la norma de la mascarilla obligatoria supuso un reto en su momento, aunque sólo fuera porque no había mascarillas suficientes. Como en un mal sueño, se me desdibujan los tiempos, los motivos y la secuencia de acontecimientos, desde aquel lejano marzo de 2020, que nos ha traído a este momento absurdo en el que entramos y salimos de todas partes, nos aglomeramos como si no hubiera un mañana (cierto, quizá no lo haya, pero ese es otro asunto), nos tosemos unos a otros con toda la alegría y energía que como latinos y mediterráneos ponemos a las cosas… pero al llegar a la consulta del médico, allá que vamos con la mascarilla calada hasta las pestañas.

    Llevo casi treinta años de profesión como cirujano, y tengo, como se entenderá, cierta costumbre en el uso de mascarillas, en periodos prolongados, sin problema. Es bastante comprensible que nos pongamos la mascarilla para evitar contaminar con nuestras bacterias el campo operatorio. También nos las poníamos en los pacientes que requerían aislamiento respiratorio (tuberculosis y otras infecciones respiratorias, inmunosuprimidos por diferentes causas). Pero cuando pasamos consulta es otra cosa: estamos hablando con un paciente, tenemos una interacción humana muy intensa, y la mascarilla nos quita una buena cantidad de comunicación no verbal. Yo como médico pierdo muchos matices de lo que el paciente me cuenta, y el paciente también pierde mucho detalle de lo que yo le quiero o no le quiero, pero debería transmitir, o el paciente debería tener derecho a percibir. Varias veces un paciente ha roto a llorar, sin previo aviso desde mi perspectiva, porque no he sabido captar a tiempo las señales premonitorias. Y seguro que muchos pacientes habrán salido de mi consulta sin entender cabalmente lo que quería explicarles, o pensando que yo era un insensible cretino.

    Estoy seguro de que los epidemiólogos que siguen recomendando la obligatoriedad de las mascarillas en los centros sanitarios tienen miles de datos irrefutables sobre los centenares de vidas que esa norma salva todos los días. Bueno, quizá no tienen tantos, tantos datos. Quizá tienen algunos. Bueno, quizá estén extrapolando los beneficios de la norma cuando hay una altísima incidencia y mortalidad del COVID, con hospitales colapsados, a una situación como la de ahora, de baja incidencia, baja mortalidad y escaso impacto en los hospitales. Quizá. De lo que sí estoy seguro es de que no quiero ser un personaje de Asterix y Obelix, en la aldea gala yendo en sentido contrario al resto de la sociedad. Ni siquiera, aunque a cambio tuviera acceso a su pócima de superfuerza. Yo, como en el viejo chiste, pido al Señor que me dé paciencia, porque si me da fuerza

  • Tranquilidad en tiempos de pandemia

    Dr. Manuel Chamorro Pons

    Coronavirus y salud bucodentalCoronavirus y salud bucodental

    Sabemos ya sobradamente que el contagio por coronavirus ha sido uno de los mayores problemas sanitarios de la sociedad moderna. Ha costado miles de vidas humanas y está lejos de ser erradicado de forma completa.

    ¿Significa esto que no vamos a poder hacer una vida relativamente normal hasta que llegue la ansiada vacuna y este virus sea un triste recuerdo?

    Obviamente no. Una vez pasados los peores momentos de la epidemia, aunque el virus no hay desparecido por completo, tenemos que empezar a retomar una vida laboral y social. No hay más remedio.

    Hay que tener en cuenta que ya conocemos muchas cosas sobre el comportamiento del virus y poco a poco lo vamos dominando.

    ¿Qué ocurrió entonces hace unas semanas en las que todo parecía descontrolado y las víctimas se multiplicaban exponencialmente?

    Pues que el virus irrumpió en pueblos y ciudades y se encontró con una población totalmente desprotegida, no concienciada y le fue fácil contaminar masivamente a las personas. Estoy pensando, por ejemplo, en los atestados vagones del metro de Madrid. La gente en estrecha proximidad transmitió el virus masivamente. Se contagiaron vagones enteros y en un periodo de tiempo muy corto. Lo mismo pasó en comercios y calles, cines y teatros. Los Hospitales se colapsaron. Los sanitarios, médicos y enfermeras, contrajeron también la enfermedad en su afán de tratar a los pacientes que llegaban sin cesar. Un caos.

    Afortunadamente todo esto ha pasado. Tras unas semanas de confinamiento se ha parado el duro golpe y ahora el tema es totalmente diferente.

    Conocemos el comportamiento del virus, sus vías de transmisión y la población está informada.

    El coronavirus se transmite de persona a persona por vía respiratoria. Es decir al hablar o al toser emitimos diminutas gotitas de saliva que nuestro interlocutor, o una persona que esté al lado, puede incorporar a su interior por la boca o la nariz e infectarse.

    También existe la posibilidad de que estas gotitas caigan sobre superficies como mesas, pomos de puertas etc., las lleguemos a tocar llevándolas seguidamente a la boca o nariz nosotros mismos de forma inadvertida. Este tipo de transmisión, aunque existe, es menos probable que el que hemos comentado en primer lugar.

    ¿Qué hemos de hacer entonces? Parece muy claro que si reflexionamos un instante sobre la vía de transmisión del virus, lo más lógico es que todos usemos una mascarilla de protección.

    Parece mentira que una medida tan simple y tan poco sofisticada como ésta haya tardado tanto tiempo en hacerse obligatoria. Hemos oído muchas cosas en relación con las mascarillas: que no eran efectivas, que solo tenía que llevarlas la gente enferma…. Lástima que no hayamos tenido indicaciones claras que hubieran salvado muchas vidas precisamente por prevenir el contagio. El uso de la mascarilla por todos es esencial. Tengamos en cuenta que al llevarla todos, el efecto barrera se multiplica. Posibles personas contagiadas tendrán muy difícil diseminar el virus al llevar mascarilla. Pero se suma a esto que personas sanas, susceptibles de contagiarse, también al llevar mascarilla pero se suma esto a que personas sanas susceptibles de contagiarse también la llevan. Lo que constituye una doble barrera muy difícil de traspasar por una gotita de saliva.

    Entonces; ¿es posible hacer una vida totalmente normal llevando mascarilla? La respuesta es no. En primer lugar tenemos que saber ponerla y quitarla adecuadamente y además evitar contactos estrechos y aglomeraciones, lo que aumentará así el efecto protector de las mismas.

    El mejor consejo que puedo dar para manejar la mascarilla de forma adecuada es lavarse las manos antes de ponerla o quitarla. Así como manejarla siempre por las gomas. Evitando tocar la parte interior, que es la que va a quedar en contacto con nuestra nariz y boca.

    Si todos llevamos mascarilla podremos hacer, si no una vida normal, sí lo más parecido a una vida normal. Tengamos en cuenta que seguramente será una medida temporal, pues la vacuna llegará con suerte el próximo año y nos librará de todo.

    ¿Podemos visitar al médico entonces? ¿Y al dentista?

    Por supuesto que . Piense que además de las mascarillas en las consultas médicas se han adoptado medidas de seguridad adicionales. Por ejemplo en el Servicio de Cirugía Maxilofacial y Odontología del Hospital Ruber Juan Bravo, sus zapatos quedarán desinfectados al entrar, pues pasará por una alfombra sanitaria especial. La persona de recepción le atenderá a través de una mampara y todo el personal lleva mascarilla constantemente y vestuario desinfectado. Si hay que realizarle algún procedimiento dental, el profesional se equipará adecuadamente y trabajará en su boca de forma totalmente segura. Además todos los miembros del Servicio se han realizado las correspondientes pruebas analíticas.

    Las consultas médicas, como tantas otras cosas, se han adaptado para trabajar de forma segura. Más, si cabe, las consultas de Cirugía Maxilofacial y Odontología pues como hemos comentado, al ser la saliva el vector principal de transmisión, nos vemos obligados a redoblar las medidas de protección para trabajar de forma cien por cien segura.

    Le esperamos en nuestro Servicio. Venga sin ningún tipo de temor. Estamos preparados para atenderle de forma totalmente adecuada y segura.

    No retrase más el tratamiento si ya lo había iniciado. Seguramente nuestro personal se habrá puesto en contacto con Vd. para actualizar las citas. O lo hará en breve.

    Si nunca nos ha visitado, sepa que puede hacerlo con total confianza y seguridad. Le esperamos.

  • Cirugía ortognática: la satisfacción del cirujano... y del paciente

    Dr. Manuel Chamorro Pons

    Cirugía ortognáticaCirugía ortognática

    Personalmente la satisfacción que como cirujano me produce la cirugía ortognática es especialmente intensa.

    La cirugía ortognática es aquel conjunto de técnicas quirúrgicas que persiguen colocar los maxilares, y por tanto los dientes, en su correcta relación. En una relación perfecta.Conoce seguro el lector el caso de alguna persona que presenta un incorrecto desarrollo y posición final de los maxilares.

    Una mandíbula muy grande, desplazada hacia delante que literalmente proyecta los dientes inferiores hacia afuera haciendo que no casen adecuadamente con los de arriba, sería un ejemplo.

    Caben muchas más posibilidades como mandíbulas asimétricas, pequeñas que hacen que los dientes inferiores queden muy retrasados con respecto a los de arriba, ladeadas, etc.

    Maxilares superiores pequeños, estrechos y echados para atrás que ocasionan una cara aplanada y larga, serían otros ejemplos.

    En cualquiera de los casos hay una persona que de una manera u otra sufre por alguna de estas situaciones. No es de extrañar. La cara es nuestra tarjeta de presentación, nuestro aval en la vida, nuestra transmisora de sentimientos. Dentro de la cara la boca y sus labios, los dientes, la posición y tamaño del mentón son esenciales.

    Con una sonrisa equilibrada y atractiva se puede ir a cualquier sitio, se nos abren las puertas. En el caso contrario; una sonrisa pobre que no deja ver adecuadamente los dientes, o que enseña más encía de la cuenta, o que deja ver unos dientes que no casan adecuadamente con sus antagonistas provoca lo opuesto; nos empequeñece, nos deja en mal lugar, nos humilla.

    Genéricamente estas alteraciones se denominan malformaciones dentofaciales, y reúnen dos condiciones: unos maxilares no adecuados en su tamaño o forma y unos dientes en mala posición.

    Lógicamente al no desarrollarse adecuadamente los maxilares, los dientes-que están asentados en ellos- no coincidirán apropiadamente y la relación entre los superiores e inferiores no será correcta. La masticación y la estética facial se verán alteradas.

    Ante un paciente que nos consulta por esta situación, lo primero es obtener un diagnóstico adecuado. Necesitamos saber en qué grado y de qué manera se ha desviado el desarrollo de los maxilares y qué repercusión ha tenido esto en la posición de los dientes. Haremos fotografías de la cara y de la boca del paciente. Tomaremos moldes del interior de la boca y realizaremos un TAC en 3 dimensiones para conocer la forma y posición exacta de los maxilares.

    Una vez obtenido un diagnóstico exacto, comenzará el tratamiento.

    Éste se inicia con una fase de ortodoncia ya que es imprescindible para el buen curso de la operación que los dientes no tengan apiñamientos, inclinaciones exageradas, rotaciones etc. La ortodoncia, en este caso, no persigue el tratamiento de las deformidades dentofaciales, sino hacer posible la cirugía. Con unos dientes montados o torcidos, sería imposible operar, pero la correcta relación entre los dientes de arriba y de abajo sólo se conseguirá con la intervención quirúrgica. La operación requiere anestesia general e ingreso en el Hospital. Las técnicas quirúrgicas en la cirugía ortognática se han desarrollado mucho en los últimos años.

    Actualmente los pacientes permanecen en el Hospital tan sólo 2 días y desde el principio mantienen su boca abierta y pueden comer. Recalco esto porque muchos pacientes nos preguntan cuántos días tendrán que estar sin poder abrir ni mover la mandíbula. Esta pregunta tiene mucha lógica y se basa en que hace años, al no contar con los medios de fijación ósea que tenemos ahora, mantenían a los pacientes con la boca bloqueada durante varias semanas, lo que era muy duro para los recién operados. Actualmente esto no es así y el postoperatorio es muy llevadero. Los pacientes ingieren una dieta Túrmix desde el primer día y pasan a una dieta blanda en 8 -10 días. En tres, cuatro semanas los pacientes están haciendo una vida normal; trabajando, viajando etc.

    El grado de satisfacción de los pacientes es muy alto. La estética de la cara y el perfil mejoran de una forma radical, y la masticación se hace de forma correcta descargándose las articulaciones, equilibrándose la sonrisa y las proporciones faciales.

    Es muy satisfactorio para el cirujano poder solucionar un problema importante que afecta a la función masticatoria y a la estética facial simultáneamente de forma definitiva y poder sentir y apreciar la satisfacción en los pacientes operados.

    La cirugía ortognática nos satisface a todos los miembros del equipo, cirujanos, ortodoncistas, personal de la consulta…

    Pero fundamentalmente satisface al paciente, le cambia la vida.

    Por eso esta cirugía nos entusiasma, a todos nos da alegría.

  • Reacciones de los médicos ante un síntoma inexplicable

    Dr. Javier Arias Gallo

    Hace poco cayó en mis manos un artículo periodístico con las recomendaciones para pacientes con síntomas a los que sus médicos no habían podido encontrar remedio.Respuestas médicas a síntomas de problemas de bocaRespuestas médicas a síntomas de problemas de boca

    Era un artículo fantástico, muy equilibrado, dirigido realmente a ayudar a los pacientes a encontrar la mejor solución para sus problemas, sin para ello atosigar a su médico ( muchas veces por el mecanismo de cambiar de médico). Me encantaría escribir un artículo con recomendaciones para los médicos que se enfrentan a esa situación. No me atrevo a dar recomendaciones. Solo una pincelada, incompleta y sesgada seguro, de cosas que he visto. Algunas de ellas las he practicado.

    Según voy escribiendo, me doy cuenta que remediar los síntomas no suele ser lo que más desasosiega al médico. Para los síntomas tenemos analgésicos menores, antiinflamatorios no esteroideos, mórficos, neurolépticos, sedantes centrales, antidepresivos, antiepilépticos, ansiolíticos, y dentro de cada unos de estas familias de faámacos la variedad es infinita. El vademecum se rinde a nuestros pies. Los síntomas no son el problema, al menos a corto plazo. El problema real viene cuando no somos capaces de encontrar un diagnostico. Al drama de no resolver el problema del paciente desde el origen se añade para el medico el desasosiego de haber fallado profesionalmente. De haber fallado como " técnico de diagnostico y tratamiento". Espero que esta denominación se entienda en su contexto. No querría que se enfadara ningún descendiente directo de Asclepio o sobrino carnal de Hipócrates. No ser capaz de encajar la sintomatología del paciente en un cuadro lógico, en el que aparezca una causa que esté provocando unas consecuencias nocivas para el paciente es muy inquietante para el medico. Y además dificulta enormemente la curación. Es, en resumen, el equivalente en la edad adulta del examen que uno dejaba en blanco en el instituto. A lo largo de mi vida profesional he visto, tanto en mi mismo como en mis compañeros, varias reacciones ante el pánico de la hoja en blanco.

    1. La negación. Esto que me cuenta el paciente no es real. Se lo está inventando. El mecanismo menos imaginativo y el más patético. Hay una vuelta de tuerca: se lo está inventando "para fastidiarme". Juro que lo he visto.

    2. La bendita estadística. Consiste en explicar los síntomas del paciente como aproximación estadística: si llevo vistas 7 cefaleas tensionales, el siguiente paciente tendrá la octava (aunque los síntomas no encajen ni contratando a los acomodadores del metro de Tokio un día de diario).

    3. La salida "House". El paciente padece la última enfermedad rara leída en la revista especializada (¡o vista en la serie de televisión!) Es un recurso valiente y que requiere de una considerable erudición. Los cirujanos maxilofaciales vemos con cierta frecuencia diagnósticos realmente alambicados en lo que resulta ser finalmente un dolor de muelas.

    4. La enfermedad mental. La depresión y sus primos, la neurosis y la hipocondría. Ante esto, no está de más recordar la indefectibilidad de la muerte. Hasta el neurótico más neurótico finalmente fallece, como los que son "sanos mentales", de alguna enfermedad orgánica, física (exceptuando accidentes, claro). Ojito con eso.

    5. Vuelva usted mañana. Esta opción, tan española y decimonónica, sin embargo, resulta ser especialmente eficaz. Personalmente la encuentro muy recomendable. Una vez descartados los diagnósticos más tenebrosos (y en general, más sencillos) se le puede decir al paciente que vuelva cuando sus síntomas no sean tan atropellados. Da al médico la perspectiva que tiene el pintor cuando se aleja un poco del cuadro que está pintando.

    6. Invitación al "Tour de la imagen médica", que tengo la impresión que desde hace tiempo ha desbancado al clásico Giro del laboratorio de análisis clínicos. Con lo bonitas que salen las imágenes en 3D, con colorines incluidos, ¿quién quiere un asterisco en un aburrido listado de iniciales, no por menos conocidas (ALT, GPT) menos oscuras?

    7. Será un corte de digestión. Yo, que hice medicina sólo para aprender el mecanismo del corte de digestión, ese proceso fisiopatológico que provocaba indefectiblemente la muerte (en segundos) si uno entraba al agua de la piscina sin esperar las dos horas de rigor desde la comida (tres en caso de paella y cocido); yo, digo, me hice los 6 años de carrera, el MIR y la residencia sin que nadie me diera paradero de su etiopatogenia (bueeeno, algo parecido si hay, pero menos florido).

    8. Oiga usted… no sé lo que tiene. No veo que tenga ningún tumor ni ningún otro tipo de enfermedad mortal a corto plazo, pero se va a quedar usted, al menos por el momento, en la categoría de tareas pendientes.

    9. Es algo del riego. Una vez descartada la posibilidad de que el cerebro funcione con riego por goteo, y comprobada la necesidad de sangre abundante en cerebro, cerebelo y bulbo raquídeo, la falta de riego resulta un argumento inapelable.

    El abanico de respuestas es enorme. Personalmente utilizo con cierta frecuencia la 5 y la 8. Como complemento, y ya que tengo dos ojos, pongo uno en los libros y revistas médicas (siempre hay que estar aprendiendo), y el otro en el paciente. Literalmente. Nunca conseguí ser el extraordinario y famoso médico del que me habló una vez un paciente en estos términos: "Doctor, mire usted si es bueno el Dr. XXX que me recibió, entrevistó, diagnosticó y recetó sin ni siquiera mirarme a la cara". Eso lo han oído estas orejas que los gusanos se comerán algún día. Pero nunca confesaré el nombre del médico. Ni bajo tortura.

    Hasta la próxima entrada en el blog.

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Sobre este blog

Las enfermedades de la cara y al cuello son extraordinariamente importantes por afectar a zonas del cuerpo críticas en el día a día de todo ser humano. Comer, masticar, respirar sin dificultad, dormir y descansar, e incluso sonreír son actividades que damos por supuestas pero que pueden verse afectadas gravemente tras traumatismos, tumores, infecciones o por enfermedades congénitas. El cirujano maxilofacial es el especialista central en estas enfermedades. Tanto el punto de vista médico, como el quirúrgico, como la repercusión social y personal de la patología de la cabeza y cuello son importantes para atender y cuidar apropiadamente a nuestros pacientes. Sin olvidar, claro está, a los odontoestomatólogos, periodoncistas, ortodoncistas y odontopediatras con los que trabajamos en estas tareas. En este blog describimos situaciones clínicas, informamos sobre tratamientos, y reflexionamos sobre lo que significa ser médico y cirujano maxilofacial en estos tiempos de cambio y avance continuo. Todo el equipo del Servicio de Cirugía Maxilofacial estaremos encantados de atenderte.

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