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Blog del Sº de Cirugía Oral y Maxilofacial & Unidad de Odontología y Periodoncia Hospitalaria. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo

  • Goodbye instagram

    Yo me apeo, me largo, me piro. Instagram, ahí te quedas.

    Bueno, no es que me vaya a ir del todo, ¡pero casi casi!

    A ver…

    Parto de la base de que la tecnología es maravillosa. Nos ha cambiado la vida para bien en tantos aspectos que sería interminable señalarlos. Sin embargo, las redes sociales son malignas. Así como muy malas, Malísimas. Me refiero a las que conozco, que son Facebook, Instagram y twitter. Tik tok ya me pilló escarmentado.

    Cualquier profesional del hablar en público y la argumentación te dirá que es muy poderoso dar tres (no dos ni cuatro) razones si quieres explicar tu postura. Menos, queda pobretón, y más, es muy lioso. Como soy de llevar la contraria, y además tiendo al pobretonismo voy a dar solo dos razones sobre la malignidad de las redes.

    Redes socialesRedes sociales

    La primera razón no es la más importante. Pero la pongo primero para ir de menos a más. El clímax lo es todo en este mundo digital, y en el otro no digamos. Ahí va: las redes sociales no son ni siquiera lo que dicen ser. No son redes sociales. Cielos, qué radical está el doctor, dirá alguno. Cuando Facebook empezó, el boom consistía en estar en contacto con tu gente. Instagram y twitter vinieron algo después, cada uno con sus particularidades. Pero la base era siempre la misma: uno decidía a qué personas quería seguir, e iba viendo las actualizaciones, los comentarios, fotos y archivos subidos por esas personas. Conceptualmente brillante, brillantísimo. Eso era una red social. El pequeño giro vino más tarde, cuando las compañías se dieron cuenta de que había maneras más eficaces de mantener mirando a la pantalla a los usurarios. Más tiempo en pantalla, más posibilidad de meter anuncios, más dinerito fresco para la compañía, más felices sus accionistas. Desde hace años estas redes muestran lo que estrictamente consideran que va a tener más enganchado al usuario, sin ningún respeto por la cronología de las cuentas que el usuario sigue, y poniendo actualizaciones de personas a las que, directamente, el usuario ni siquiera sigue. Una ya muy conocida frase respecto a las redes sociales dice: si no eres el usuario, eres el producto. Ese zarandeo impasible, impecable e impúdico de la voluntad del usuario es la mayor demostración de que en las redes sociales, el producto a la venta somos nosotros, y los "usuarios" son los anunciantes. La red social se embolsa el dinero de los anunciantes, que a veces te venden productos normales y corrientes (nada que objetar) y otras veces influyen en la voluntad de las personas, manipulando las opiniones y los deseos que uno imaginaría tan íntimos y privados que serían inaccesibles a la manipulación por medios automatizados. El escándalo de Cambridge Analytica y las elecciones americanas de 2016, cuando salió elegido Donald Trump, es sólo un ejemplo.

    En fin, que ya no son redes sociales, son sitios de entretenimiento, de pasar el rato, de dejar el cerebro en barbecho… pues para el que quiera eso, que lo disfrute. Gracias. Yo paso. Prefiero leer un libro, un periódico (digital, claro), dar un paseo, tomar una cerveza en un bar ahora que ya se puede de nuevo, o mirar la Wikipedia o buscar cosas en internet, el de verdad. Para gustos los colores.

    La segunda razón de la malignidad de las redes para mí más grave en lo personal, aunque quizá menos en lo social, es la pérdida de autoestima. Como muestra científica, una búsqueda en pubmed (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/Este enlace se abrirá en una ventana nueva), la base de datos pública de revistas médicas más utilizada, con las palabras "self esteem social media" arroja hoy 1632 resultados. 1632 estudios médicos. No son páginas web que se redactan en unos minutos (¡como este post!)… No. Son estudios médicos, que un pequeño grupo de personas tarda meses en concebir, preparar, desarrollar y concluir. 1632. Le invito a usted, amable lector, a que haga un repaso a los resúmenes de algunos de los artículos, al azar, o por lo que le sugiera el título de cada uno. Como este: "Impact of social media on the health of children and young people". Uno de, literalmente, miles. Pero, vaya, que no he necesitado un sesudo estudio para descubrir que mirar en Instagram los resultados de las cirugías de algunos colegas me producía una envidia (malsana, como todas las envidias que se precien) y un convencimiento (pasajero, pero es una gota malaya) de que mis resultados quirúrgicos eran peores que los de los demás. Sí, sí, yo me digo y me repito, que lo que veo en Instagram es el mejor caso, con las fotos mejores, a veces retocadas, de algunos de los mejores cirujanos del mundo. Pero a mis 53 años, formado como residente en el hospital con más prestigio de España en Cirugía Maxilofacial según el monitor de reputación sanitaria (https://www.uam.es/uam/noticias/hospital-la-paz-mejor-hospital-espana-ranking-mrs-septimo-ano-consecutivoEste enlace se abrirá en una ventana nueva) habiendo trabajado luego durante 12 años como especialista en ese mismo hospital como especialista en microcirugía (una de las áreas más complejas de nuestra especialidad), estando ahora en el Hospital Ruber, uno de los hospitales privados más punteros de España….. pues con todo ese bagaje a mis espaldas, no puedo evitar una sutil sensación de inferioridad cuando veo algún post de Instagram con un buen resultado quirúrgico de otro colega. No cuento mi curriculum para presumir, sino en todo caso, para lo contrario, que tanto saber y tanta experiencia no le hace a uno inmune a perder la autoestima. Pero me puedo imaginar el daño que puede hacer una cosa similar en la gente joven. Alguien dice, en favor de Instagram para cirujanos: así los cirujanos vemos técnicas nuevas, y es una forma tan buena como otra cualquiera de ponernos al día. ¡¡Falsoooo!!.

    Para nosotros, como cirujanos, lo que se pone en Instagram es raramente útil para la profesión. Digamos que sirve para ver quién mea más lejos, pero no nos da claves para lograr que nuestra propia meada recorra más trayectoria (y perdón por la vulgaridad, cielos, con lo fino que era yo antes). Así que, siguiendo con la elegante metáfora, me voy a preocupar de mi propia meada (por el momento, de modo figurado, que dentro de unos añitos me tendré que preocupar de modo literal, glubs).

    Adiós, Instagram. Tengo una cuenta recién abierta, con unos cientos de seguidores tras haber puesto unos 10 posts en total. Bueno, la verdad es que no me despido del todo. Antes seguía a 300 perfiles. Ahora, sólo a colegas de maxilofacial del Ruber y a mi familia directa. Y la he dejado de mirar. A partir de ahora voy a tratar Instagram como un escaparate, donde pondré casos de pacientes para atraer clientela (pre y post, un clásico que nunca pasa de moda en fotos y vídeo, y sin sangre, no vaya alguien a pensar erróneamente que un cirujano hace sangre; eso sí que no). Aunque, ahora que lo pienso, como mi profesión es cirujano, no escaparatista, y no estoy falto de clientela, seguramente no tenga como una prioridad tomarme el trabajo de subir muy a menudo cosas.

    De twitter, la red de la desinformación y bulos por antonomasia, y para mí el sitio donde más tiempo he perdido en el pasado, ni hablo. Solo digo que desde que me desinstalé la aplicación para móvil y señalé sus correos electrónicos como spam, tengo más tranquilidad de espíritu y más tiempo libre.

    No entro en el tema de la privacidad, que muchos cedemos alegre e inconscientemente. Si vivimos en una democracia, y si la única trascendencia en lo personal es que nos van a bombardear con publicidad más personalizada, la cosa no parece muy grave. Son dos síes que espero que en el futuro no se conviertan en noes o quizases, porque el mundo está pelín inestable últimamente. Y me he dado cuenta de eso sin recurrir a las redes sociales, no se crea usted. Estoy hecho un lince.

    En fin, que le invito, amable lector, a que incorpore en su vida el minimalismo digital. Antes, a ese concepto, que implica que haya un tiempo para hacer cosas, para reflexionar, para oír música tranquilamente, para hacer deporte, para hablar con los amigos, para disfrutar con la familia, para esforzarse, para descansar, para divertirse y también para aburrirse; a esa forma de emplear el tiempo se le llamaba simplemente vivir. Ahora hay que hacer un poquito de sitio en nuestras apretadas agendas a esa categoría.

    Y no he abierto el melón de netflix…

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Sobre este blog

Las enfermedades de la cara y al cuello son extraordinariamente importantes por afectar a zonas del cuerpo críticas en el día a día de todo ser humano. Comer, masticar, respirar sin dificultad, dormir y descansar, e incluso sonreír son actividades que damos por supuestas pero que pueden verse afectadas gravemente tras traumatismos, tumores, infecciones o por enfermedades congénitas. El cirujano maxilofacial es el especialista central en estas enfermedades. Tanto el punto de vista médico, como el quirúrgico, como la repercusión social y personal de la patología de la cabeza y cuello son importantes para atender y cuidar apropiadamente a nuestros pacientes. Sin olvidar, claro está, a los odontoestomatólogos, periodoncistas, ortodoncistas y odontopediatras con los que trabajamos en estas tareas. En este blog describimos situaciones clínicas, informamos sobre tratamientos, y reflexionamos sobre lo que significa ser médico y cirujano maxilofacial en estos tiempos de cambio y avance continuo. Todo el equipo del Servicio de Cirugía Maxilofacial estaremos encantados de atenderte.

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