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Blog del Dr. José Azofra

  • Los Danieles

    Excluyo hoy a Daniel Goleman y su inteligencia emocional (que consiguió lo que cualquier académico, incluido los que proceden de Harvard, sueñan: conseguir que la publicación del motivo de su investigación se convierta un best seller).

    También a Daniel (Dan) Ariely, aunque sobre esta caballero y sus libros algún día escribiré; sus investigaciones sobre los impulsos irracionales y sobre por qué mentimos son una delicia.

    DiagnosticoDiagnostico

    Me centraré en un tercer Daniel, de apellido Kahneman, cuya obra más actual y conocida es "Pensar rápido, pensar despacio". Psicólogo de formación, fue sin embargo premio Nobel de Economía en el año 2002.

    Bien, el profesor Kahneman dictó a primeros de los 70 una conferencia titulada "Limitaciones cognitivas y la toma de decisiones públicas", en la cual, entre otras cosas, decía "… un organismo equipado con un sistema hormonal y afectivo no muy diferente del de una rata de la selva tiene la capacidad de destruir todo ser vivo simplemente pulsando unos botones", y más adelante "…se toman decisiones cruciales, hoy igual que hace miles de años, basándose en intuiciones, percepciones y preferencias…". Si el lector pone como sujeto activo de ambas citas a las decisiones tomadas por un médico en vez de a un político con capacidad para desatar un desastre nuclear, y no estoy hablando de política actual, el sentido no cambia mucho, o nada…

    Siempre me ha interesado la toma de decisiones por parte de los médicos. Desde fuera, y lo que el paciente espera, parecería que esas decisiones son conscientes, meditadas, razonadas, sopesadas las distintas opciones… En general, nada más lejos de la realidad. Como demuestra Kahneman en sus obras, las distintas heurísticas (cortocircuitos) actúan de manera que el médico más "reconoce" que "razona". O sea, solo excepcionalmente el médico se para a pensar a la manera en que uno hace un cálculo, sino que más bien el diagnóstico o el procedimiento a seguir "se le viene" a la mente en forma de una historia que le cuadra. Los humanos somos muy buenos contando, contándonos, historias y reconociendo patrones, muy malos calculando probabilidades. Y eso es probablemente porque hasta un momento relativamente cercano en nuestra evolución, la revolución de la agricultura, esas habilidades no eran necesarias para nuestra supervivencia.

    Bajo esta óptica los médicos tocados con la magia del diagnóstico son aquellos que con más facilidad reconocen patrones basándose en experiencia leída o escuchada, pero sobre todo vivida.

    Todo esto nos lleva de la mano a un problema de seguridad del paciente que es el error diagnóstico y al que últimamente se le está dando cada vez más importancia. Como se puede imaginar por sus propias características, es muy difícil de estimar su incidencia, pero se calcula que el 10% de los diagnósticos son incorrectos, y que causan entre 40,000 y 80,000 muertes en USA anualmente. Ya ha sido objeto de publicaciones por parte del antiguamente llamado Instituto de Medicina y se ha planteado la manera de minimizarlo. Se espera que la aplicación a la Historia Clínica Electrónica de los llamados sistemas de soporte a la decisión clínica mejoren estas cifras.

    Como nota final, aquellas especialidades médicas que son esencialmente diagnósticas y basadas en imágenes, piénsese en radiología clásica o en la anatomía patológica, son las que con más intensidad van a sentir los avances de la llamada computación cognitiva de Watson de IBM o de la llamada "machine learning". Mediante algoritmos introducidos o autoaprendidos estos sistemas van a poder manejar, manejan, millones y millones de datos, 24 horas al día y sin ningún tipo de cansancio. Una dura competencia para el primitivo cerebro humano.


  • Popurrí navideño

    popurri-navideñoLa del cirujano en quirófano que, con el bisturí en la mano y antes de hacer el primer corte, empezaba sus intervenciones diciendo a su equipo: "por favor, estad atentos y ayudadme a no cometer ninguna estupidez".

    El check list quirúrgico lo veo más como un ejercicio de mindfullness que de lista de la compra. El punto crítico es el de la parada en la que todo el mundo se presenta. Si se hace bien, es el momento en que los miembros del equipo se miran unos a otros a los ojos y se "personalizan" detrás de las batas y las mascarillas. El contacto visual es un arma poderosa, a veces por tanto peligrosa, te relaciona con el otro yo.

    Como los corrillos, huddle en inglés. Hay varios tipos, en este caso me refiero a la que hacen todos los profesionales con responsabilidades en una planta de hospitalización antes de empezar el turno. Diez, quince minutos durante los cuales normalmente la supervisora actualiza la situación de la planta en sus aspectos más críticos: ingresos, altas programadas, pruebas pendientes, novedades del turno anterior y cualquier otro punto que considere es de interés general. Como se puede imaginar, no es posible, ni es su intención, que sea exhaustiva. Es más bien que todo el grupo tome una conciencia global de la situación, que todo el mundo se sienta concernido y que así se ayude a vivir, y a sentir, el trabajo como una experiencia de equipo.

    Otra experiencia de este tipo en la planta de hospitalización, y esta vez incluyendo al paciente y a sus familiares, es el cambio de turno de enfermería a pie de cama. Las dos enfermeras, entrante y saliente, intercambian la información clínica siguiendo normalmente un patrón de guion estructurado. Al final del mismo, se giran hacia el paciente y su familia y le preguntan si hay algo que deseen corregir o añadir: algo que les preocupe, comentarios, valoraciones, etc. Como las cosas importantes de la vida, esta forma de hacer las cosas cuesta poco y vale mucho. Y por lo mismo, es un salto arriesgado: dar la voz a los pacientes es de nuevo "personalizar", y como personas no todas son como los pacientes que aparecen sonrientes y encantados en los folletos de propaganda de las aseguradoras médicas o de las empresas sanitarias: cuando se hace una pregunta abierta a un paciente hay que saber aceptar la respuesta y hacerlo de manera empática, cosa no siempre fácil. Es por eso por lo que muchos profesionales consideran, o consideramos demasiadas veces, mejor no preguntar. Hacerlo todo por ellos, ¡pero sin ellos!

    Una reflexión, que es navidad. Estoy leyendo un libro titulado "When breath becomes air", de Paul Kalanithi, creo que no hay traducción al español. Está escrito en primera persona, su historia, por un neurocirujano al que justo antes de terminar la residencia en un prestigioso hospital norteamericano se le diagnostica un cáncer de pulmón en un estadío muy avanzado. En un punto de su evolución, y reflexionando sobre la extrema rareza de semejante diagnóstico en un sujeto joven, no fumador y sin ningún otro antecedente o factor de riesgo de interés, se pregunta lo habitual: "¿por qué me ha tenido que tocar a mí?" Lo interesante, y el motivo de esta reflexión prenavideña, es que el protagonista, al hacerse esta pregunta, se hace inmediatamente otra: "y por qué NO a mí?". En fin, parafraseando a W. Allen, reflexiones como esta es lo que hace que me inviten a muy pocas fiestas durante las navidades.

    Eso sí, ¡que tengan un feliz año nuevo!


  • La enfermera

    La enfermeraEste es un terreno minado, pero me voy a arriesgar. Al fin y al cabo, y a tenor de las respuestas que tengo, este blog no lo debe leer casi nadie, así que allá vamos.

    Primero de todo, apuntar que voy a referirme a la enfermería de planta, urgencias, uvi, quirófano etc., y no a la de primaria o consultas. Y de España, claro. Y que voy a emplear el término femenino enfermera por comodidad, por tradición y por no estar estúpidamente diciendo todo el rato enfermeras y enfermeros

    El primer comentario, para ir haciendo amigos, es que no sé si hay alguna otra profesión que exija 4 años de carrera, un grado, como se dice ahora, exigente con la nota de corte, con muchas horas de estudio extenso en muchas asignaturas, y que al acabar el profesional egresado tenga tan poca capacidad de decisión sobre su razón de ser, el paciente. Y que esa situación no cambie a lo largo de los años de su "carrera" profesional. Y la supervisión es otra historia, normalmente ese trabajo las alejas del paciente.

    Cuánto más lógico sería una carrera similar a la que podemos encontrar en Reino Unido, en la que las enfermeras según van pasando los años, y mejorando en sus conocimientos comprobado mediante las pruebas correspondientes, van asumiendo cada vez más responsabilidades independientes y complementarias a la de los médicos. O, en otro estilo, lo que ocurre en Estados Unidos, con distintos niveles profesionales entre el médico y la enfermera.

    Y si embargo, ¡qué importante es tener buenas enfermeras! De mis tiempos de urgenciólogo recuerdo, y me emociona, la intensa sensación de equipo que sentía después de pelear en la recuperación de un paciente que se hubiera complicado, o, en un tono más tranquilo, cuando me enfrentaba a un caso que me tenía despistado y tenía al lado a una enfermera con experiencia a la que le podía preguntar su opinión. Equipo, esa es la palabra…

    En la HCAPS, la encuesta que se hace en USA sobre calidad percibida y cuyos resultados tantas ampollas levanta al estar ligados los mismos al pago final por parte de Medicare/Medicaid, el campo más crítico de la encuesta es cómo se han visto tratados los pacientes por las enfermeras durante su ingreso. Es un punto que los pacientes valoran sobre todas las cosas: la calidad de su atención, disponibilidad, simpatía, etc. Y algo que perjudica enormemente la valoración favorable del paciente es la percepción de que la enfermera y el médico no forman un equipo, cuando al hacer una pregunta a la enfermera recibe una respuesta del tipo: "De eso no sé nada, es cosa del médico, pregúnteselo a él"

    Volviendo a los recuerdos del abuelo, o sea los míos, creo que en ninguna planta de hospitalización estaban los pacientes tan bien cuidados (palabra clave para la enfermería) como aquella en la que los médicos y las enfermeras pasábamos juntos a ver a los pacientes. Era gracioso ver cómo la riqueza de la información mejoraba cuando al preguntar al paciente cómo estaba yendo todo, la contestación cambiaba al notar el paciente la mirada atenta de la enfermera… Esta visita conjunta médico enfermera, tan sensata y llena de lógica, se ha perdido debido a varias circunstancias que no voy a tratar aquí, uno de los cuales, desde luego, NO es la búsqueda de una atención centrada en el paciente.

    Y para seguir con lo políticamente incorrecto, me voy a mojar en otro aspecto… No es nuevo, pero con la implantación cada vez más generalizada de la historia clínica electrónica está viviendo un renacimiento. Y me refiero a los diagnósticos de enfermería con cuidados asociados. Yo no creo que haya unos "diagnósticos" de enfermería y otros médicos. Yo creo que los cuidados forman parte del tratamiento, y que a ellos hay que llegar a través del equipo, y no de forma independiente desde un planteamiento que se ha quedado extremadamente antiguo y que en determinados enunciados causa sonrojo. Al paciente no se puede llegar por caminos distintos, puesto que sus necesidades son las suyas, y no puede haber criterios independientes, sino interdependientes, siendo responsable de cada qué quien más sabe, de unas cosas el médico y de otras la enfermera.

    Estimado lector, si alguna vez tienes que ingresar en un hospital, ruega a tus dioses o al destino que te cuiden buenas enfermeras. La calidad de la atención, y no solo la percibida, depende en gran parte de ellas.

  • Lo no presencial y la asistencia sanitaria

    Lo no presencialLo no presencialEmpleo "lo no presencial" en vez de telemedicina porque no voy a hablar de técnicas ni de estudios científicos relacionados con esta forma de practicar la asistencia, sino de cómo creo que vive el personal asistencial, particularmente el médico, esta nueva forma de relación con el paciente.

    Lo primero, un lugar común: el estrés del cambio sobre un aspecto extraordinariamente conservado y conservador. Al fin y al cabo, los médicos llevamos más de 2.000 años, desde Hipócrates de Cos y antes, viendo las caras de nuestros pacientes en nuestras consultas, en el hospital o en sus casas. Solo después de que Graham Bell inventara el teléfono (antes de ayer, como quien dice), los médicos empezaron a hacer actividad médica a distancia. Esta forma de atención sin embargo se hacía con pacientes especiales, mayormente familiares, amigos, etc., y para nada estaba estructurada en agenda ni formaba parte en general de la rutina del trabajo médico.

    Luego, diversas circunstancias como la búsqueda de una mayor eficiencia asistencial (hospitalización domiciliaria y reducción de estancias medias, por ejemplo) y la misma demanda de los pacientes, unido al avance meteórico de los sistemas de información, hicieron que la atención a distancia hiciera su irrupción en la rutina de la asistencia sanitaria.

    Esta realidad, como tantas, ha entrado en la práctica clínica desde fuera, y por tanto ha sido percibida en muchos casos como algo invasivo, ajeno e incluso contrario a la buena práctica médica y a la debida y sagrada relación médico paciente. Esto último merece párrafo aparte.

    La relación médico paciente, probablemente también desde antes de Hipócrates y hasta nuestros días, ha consistido mayormente en lo que el médico, y no el paciente, decidía que debía ser esa relación. Y esta realidad está profundamente encarnada en la práctica médica habitual. Se han escrito toneladas de páginas y se han gastado litros de saliva en conferencias hablando sobre la atención centrada en el paciente, sobre el principio bioético de la autonomía o sobre el empoderamiento del paciente, pero no nos engañemos: la aplicación del despotismo ilustrado a la clínica ("Todo para el paciente, pero sin el paciente") es lugar común en la práctica habitual, un principio que aparece en cuanto rascas la superficie del discurso que hoy se considera políticamente aceptable. Y todo esto, con ser malo, no es lo peor. Uno esperaría actitudes paternalistas (a veces más de padrastro que de padre) en los médicos más senior a los que esta corriente cultural les ha cogido con la cintura envarada, pero mi experiencia con médicos en formación no es mejor: una reacción habitual en la urgencia cuando un paciente decide irse y así se lo hace saber al residente, es un enfado que a veces lleva encadenado incluso un castigo: "¡se va pero sin informe!" Y yo me pregunto dónde han podido aprender estos médicos jóvenes semejantes pautas de comportamiento tan extraordinariamente rancias.

    La eclosión de los servicios no presenciales con la ayuda inestimable y necesaria del desarrollo de las TIC está removiendo y colocando frente al espejo muchos prejuicios y falsas asunciones que llevan circulando entre nosotros siglos. Los mismos pacientes reclaman formas de comunicarse con los proveedores de salud que sean menos disruptivas con su vida diaria, y una víctima inmediata de dicha demanda es la relación médico paciente desde el punto de vista exclusivo del médico. El paciente tiene algo que decir, y mucho, sobre cómo quiere relacionarse con su médico.

    Y para terminar, dos citas

    "El modelo tradicional de los contactos episódicos y basados muchas veces en los servicios hospitalarios se está cambiando por otro tipo de abordaje más centrado en el paciente, en el cual el paciente está continuamente conectado con sus proveedores de salud."

    "Siento un profundo respeto por los pacientes y, escuchándolos, he comprendido que a muchos de ellos les parece bien las consultas no presenciales... No seré yo quien niegue la belleza, el valor y la importancia de la consulta tradicional, pero no es siempre esencial para la provisión de importantes actuaciones en beneficio del paciente."

    Lo ha dicho ahora en septiembre el Dr. Tuckson, presidente de la Asociación Americana de Telemedicina, y lo ha publicado en Psnet de AHRQ. Toca que nos lo creamos todos y empecemos a trabajar.

  • Cuando oigo la palabra calidad, saco la pistola...

    Cuando oigo la palabra calidadCuando oigo la palabra calidadLa cita de la que he tomado el título cambia la palabra "calidad" por "cultura", y la primera vez que oí esa barbaridad me dijeron que su autor era Millán Astray, el fundador de La Legión. Luego, buscando en Wikipedia, me he enterado que no es así, que la cita tampoco era exactamente esa, y que la original forma parte del diálogo de una obra de teatro de un autor alemán de mediados del siglo pasado.

    Y después de este apunte cultural e historiográfico, paso a explicar, apresuradamente y a efecto de "disclaimer", que la frase del título tampoco es mía, que se la escuché a un amigo médico, que me hizo gracia, y bueno, ahí está...

    Y sin embargo, sin embargo... Es mi impresión que, sin ser tan tajantes como lo expresó mi compañero, los médicos y las enfermeras se sienten poco concernidos (¿conocen la diferencia entre concernido y afectado?) con algunas certificaciones de calidad otorgadas por distintas empresas que se dedican a esto y que los hospitales muestran a modo de colección de trofeos en sus páginas web. ¿Y ello por qué? ¿Acaso al personal asistencial no le interesa que se certifique la calidad de su trabajo?

    Es claro que sí les interesa. El problema es que entienden de una manera diferente lo que la calidad es, y creen que estos sellos no certifican la calidad de su trabajo, sino "otra cosa". Esa otra cosa es una mezcla de infinitos documentos que hablan de procedimientos, estructuras, responsables burocráticos con distintos nombres, jerga consultora/gestora... y muy poco de resultados finales en paciente. Y la cosa es que el clínico es extremadamente finalista, resultadista diríamos bajo una perspectiva futbolera.

    ¿Y cuál es, en mi humilde opinión, el problema? Yo creo que el origen industrial de algunas de estas certificaciones. O sea, si yo me dedico a fabricar tapones y describo de manera exhaustiva el procedimiento de fabricación incluyendo todos los medios humanos y materiales necesario hasta el último detalle, y dicho procedimiento es conocido perfectamente por todas las partes afectadas, es claro que obtendré los tapones requeridos. El problema es que este planteamiento extremo no vale en medicina. Un médico no es SOLO un operario o un técnico, lo mismo que un paciente no es un tapón defectuoso cuyo procedimiento de fabricación hay que revisar.

    Y sin embargo, sin embargo... la medicina es una ciencia, y por tanto es sistemática. Los procedimientos, las guías de actuación, la estandarización son completamente necesarios. Solamente se puede innovar desde un estándar, no desde el caos. Los ciclos de mejora continua PDCA exigen bastantes cosas, pero una de ellas, transversal y común a todas las fases, es una completa documentación. Así pues, es necesario que existan los procedimientos documentados, revisados, reconocidos y aplicados si queremos tener calidad. La ingeniería de procesos, que es de lo que estoy hablando, no es "medicina de receta de cocina" como dicen los médicos sesgados hacia la parte artística, si no un componente imprescindible en la medicina de calidad. Y es obligado certificar y dar fe de su existencia.

    La medicina como arte, la medicina como ciencia o sistema... Es lo uno y lo otro.

    Existe una división de los tipos de problemas que creo que viene como anillo al dedo en esta discusión...De acuerdo con esto, los problemas se clasifican en simples, complicados y complejos... Simple es abrir una lata de coca cola, no hay mucho más que añadir. Complicado es montar un mecano, o enviar un hombre a la luna: el manual de instrucciones puede constar de una hoja o de "n" volúmenes, y afectar a un operario o a miles, pero si te ciñes al guión, y este es correcto, seguramente conseguirás el resultado esperado. Y un problema complejo es educar a un niño: no hay manual de instrucciones, o peor, hay cientos, y ninguno de ellos te garantiza resultado alguno. Y yo a esta clasificación le añado un cuarto tipo, mi aportación genial, que son los problemas complicados/complejos, o mixtos, y pongo como ejemplo ilustrativo la práctica de la medicina.

    Entonces, la medicina no es solo un arte y una ciencia, si no también, de acuerdo al reconocido autor citado, un problema mixto, nada más. Y nada menos.

    ¿Y cómo se certifica entonces la calidad de semejante engendro? ¿Cómo se consigue que los médicos se crean una certificación de calidad? Pues la misma Biblia lo dice: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo, 7:16-20). La certificación de la calidad tiene que valorar la existencia y la probidad de los procedimientos tanto como comprobar de manera objetiva sus resultados. Y no sé si esa certificación irá o no a misa, pero les aseguro que ningún profesional pondrá sus resultados en tela de juicio.

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Sobre este blog

Me llamo Jose Azofra y soy médico internista. Mi idea es compartir y discutir con vosotros algunas de las novedades que van surgiendo en el mundo de la gestión y política sanitaria, y que entiendo pueden tener una repercusión más directa e inmediata sobre la relación del mundo sanitario con los pacientes.

El cambio de cantidad por calidad, el rol central del paciente en las decisiones que le afectan, el cambiante papel del médico en el mundo asistencial, la relación entre primaria y especializada... Todos estos puntos y muchos más se están revisando en el mundo de la salud, empujados por los cambios en la política sanitaria que se están dando en los países de nuestro entorno.

Perfil profesional
Dr. José AzofraDr. José AzofraMedicina Interna, Dirección de Sistemas

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