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Blog del Dr. J. L. Carrasco, Dir. Científico Unidad de Personalidad y Comportamiento de Ruber Juan Bravo

  • Los hijos fallecidos de la violencia de género. ¿Nuevas estrategias de prevención y protección?

    La reciente noticia de un padre que arrastró a la muerte a su propia hija de un año arrojándose con ella al vacío ha conmovido a la sociedad y, sobre todo, obliga a volver la mirada hacia un problema advertido, pero desatendido al extremo: la violencia doméstica, ya sea ejercida por la madre o por el padre, tiene otras víctimas adicionales, los hijos e hijas.

    Solo en los últimos diez años, los agresores de género han matado a 44 hijos e hijas. Y más de la mitad de (26 menores) ellos fallecieron estando a solas con sus padres durante la visita o la custodia compartida o fue el objetivo de la agresión física aún con la madre presente.

    En el último caso declarado, y sin todos los datos sobre la mesa, lo que ha trascendido es que se trataba de un padre que discutió con su pareja el mismo día de alta de la menor (prematura y con una patología cardiaca congénita) y que durante la misma, a pleno grito, espetó: "Te voy a dar donde más te duele". Segundos después, saltaba al vacío con su hija en brazos. Ambos han fallecido.

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    Pero la realidad es que muchos menores están en riesgo de sufrir agresiones por parte tanto de la madre como de su padre. La gran mayoría de los casos analizados durante la última década, la violencia mortal sobre los hijos fue el final de una violencia previa sobre la madre, episodios que arrastraban una historia anterior de maltrato machista. Ese porcentaje no se cumple al revés: cuando es la madre la que acaba con la vida de sus hijos no se han detectado historiales de maltrato doméstico previo de la mujer al hombre, aunque el daño infligido al padre con el asesinato de los niños sea indiscutible.

    Sin ir más lejos, se acaba de hacer público el informe de UNICEFEste enlace se abrirá en una ventana nueva: Bienestar Infantil en España a través una serie de indicadores básicos sobre la situación de los niños y niñas, agrupados por dimensiones de bienestar. Gracias a estos indicadores se muestra de manera rigurosa y clara cuáles son las prioridades, las tendencias y las inequidades a abordar para mejorar el cumplimiento de los derechos del niño y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y llama la atención el dato: 5.247 menores fueron víctimas en 2015 de violencia familiar, según el Sistema Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior. En 2008, fueron 3.994 y en 2011, 4.086.

    Las cifras hablan por sí solas. Lejos de reducir los casos, cada año aumentan, un hecho alarmante que debe ser motor de reflexión. Sabemos que cualquier niño o niña que día a día ve como su padre o su madre insulta o pega a su cónyuge se enfrenta a la posibilidad de vivir marcado por el trauma, algo que le sucede a un 85% de los hijos, testigos de la violencia ejercida en casa. Una parte de estos niños tienen hasta cuatro veces más posibilidades de sufrir problemas físicos, mentales y de competencia social que los menores criados en 'hogares felices'. En el otro lado de la moneda, un estudio reciente, publicado en ‘Child Development’, anunciaba que, al menos, más de la mitad de ellos (un 54%) desarrollará la llamada personalidad resilente, es decir, logrará 'borrar' la huella que deja ser testigo de los malos tratos en casa.

    Pese a ello, pese a las últimas estadísticas enumeradas, deberíamos preguntarnos ¿Cómo se está protegiendo a estos menores?... Tal vez, necesitamos nuevas estrategias de prevención y protección y nuevos planteamientos en el abordaje e identificación de las posibles víctimas de violencia familiar. Tal vez sea necesario elaborar protocolos que ayuden a los profesionales a detectar un posible caso de violencia familiar y les legitimen a la hora de dar la voz de alarma. El exceso de celo puede conllevar falta de actuación.

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Sobre este blog

Bienvenidos, este nuevo espacio en la red nace con el objetivo de extender los "lazos" entre padres e hijos, aumentar el conocimiento sobre la posible existencia de trastornos de comportamiento y personalidad, y aportar la mayor información necesaria que contribuya a preservar la salud mental de nuestros adolescentes y jóvenes.

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