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Blog del Dr. J. L. Carrasco, Dir. Científico Unidad de Personalidad y Comportamiento de Ruber Juan Bravo

  • La información ‘sobre la mesa’ evita el pánico

    El atentado de Niza nos recuerda, nos transmite a todos, adultos y menores, la inquietante sensación de que no vivimos en paz, sino en guerra. Ya no se trata de un hecho trágico que sucede a kilómetros de distancia, sino que aparece en nuestras calles sin previo aviso. Una situación que nos hace sentir vulnerables e inseguros. La noticia de cada atentado vuela a través de los medios de comunicación y, en el caso de los audiovisuales, se apoya en imágenes reiteradas de lo sucedido.Comunicación de tragediasComunicación de tragedias

    Debemos reflexionar y recordar que la población infantil es vulnerable a este tipo de información que, desgraciadamente, empieza a ser frecuente. Que los menores sientan inseguridad, desconfianza y miedo es una de las consecuencias directas del terrorismo, y los adultos nos preguntamos cómo protegerlos. Debemos entender que el objetivo principal en la forma de comunicar las noticias sobre atentados a los niños es evitar el paso del miedo al pánico. Y para ello la divulgación se debe ceñir al grado de de desarrollo emocional en cada etapa de la infancia y la adolescencia.

    Un lenguaje para cada edad

    Porque el pánico, sea consciente o inconsciente, se puede transformar en conductas sintomáticas, como fobias u obsesiones.Este enlace se abrirá en una ventana nueva Puede ocasionar terrores nocturnos o miedo generalizado a salir a la calle, a ir al cine o, incluso, pánico a que los padres salgan de viaje. Sin embargo, el miedo no tiene por qué ser siempre negativo si se maneja adecuadamente. La diferencia entre el miedo y el pánico está en que en el segundo caso existe una vivencia de falta de control que lleva a la desorganización mental. Por ello, a los niños menores de 11 o 12 años, preadolescentes, hay que transmitirles claramente que existen sujetos malos, que hacen daño y que tienen malas intenciones, pero que están muy controlados. Debemos decirles que, a veces, consiguen despistar a nuestros policías, pero estas ocasiones son contadas en comparación con la cantidad de veces que lo hubieran intentado.

    Es importante que entiendan que las probabilidades de que actos como el recientemente sucedido se reproduzcan y nos afecten a nosotros personalmente son muy bajas y que cada día esa pequeña posibilidad es menor porque los gobiernos avanzan y crecen en seguridad. En definitiva, que el control lo tenemos nosotros.


    En la adolescencia

    A partir de la adolescencia, el tipo de mensaje varía y se aproxima al que se debe utilizar en el adulto: existen enemigos que quieren destruirnos, por lo que debemos tenerles miedo y prepararnos para defendernos. No estamos indefensos, sino todo lo contrario, la mayoría de las veces los atentados se evitan. Este es el camino para lograr que el miedo natural al enemigo peligroso se convierta en un elemento de crecimiento de la personalidad del adolescente. Porque le ayudará a entender nuestras propias limitaciones y, también, a pensar y reflexionar sobre nuestros propios valores y convicciones.

    Nunca hay que negarles la existencia del peligro. Debe ponerse ‘encima de la Mesa’, a la vista, y a partir de ahí evitar el pánico pero no el miedo. A los pequeños, claro está, debemos contárselo en el lenguaje que mejor entienden: como si fuera un cuento. Por ejemplo: "somos los buenos y tenemos muy controlados a los malos, cada vez más". Pero nunca negar la existencia del peligro porque los menores, que captan la realidad a través de los medios o de las conversaciones entre adultos, lo interpretarían como una mentira. La negación del peligro lleva a reacciones emocionales más primitivas, como el pánico, las fobias o la paranoia, que suelen conllevar imágenes fantasmagóricas donde todos se convierten en monstruos o en enemigos.


    Llevarles al extremo

    Los especialistasEste enlace se abrirá en una ventana nueva también sabemos que las imágenes traumatizantes y reiteradas de cuerpos destrozados y otras similares emitidas en televisión o por Internet no ayudan en absoluto a conseguir una reacción emocional equilibrada al peligro. Por el contrario, activan las reacciones emocionales primitivas de pánico o de ira indiscriminada. Los niños no deberían ver estas imágenes, su capacidad de procesamiento no está preparado para digerirlas adecuadamente y sólo darán lugar a que se formen fantasmas y terrores indiscriminados. Tampoco son buenas para el resto de la población: no aportan nada al propio conocimiento de las masacres y solo exacerban las reacciones primitivas de pánico y de venganza cruel. Y éstas pueden ser especialmente peligrosas en la adolescencia, un período donde la sugestión y la radicalización se acentúan y hacen al joven especialmente propenso a estas reacciones.

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Bienvenidos, este nuevo espacio en la red nace con el objetivo de extender los "lazos" entre padres e hijos, aumentar el conocimiento sobre la posible existencia de trastornos de comportamiento y personalidad, y aportar la mayor información necesaria que contribuya a preservar la salud mental de nuestros adolescentes y jóvenes.

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