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Blog del Dr. Daniel Martín Fernández-Mayoralas. Neurología. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo y Hospital Universitario Quirónsalud Madrid

  • Redes sociales y salud mental

    Con la colaboración de María del Rosario Campos Díaz. Psicóloga Clínica Infanto- Juvenil y responsable del Centro Cogniciona (Pozuelo de Alarcón)

    Las redes sociales son aplicaciones web cuya finalidad es la comunicación entre individuos, la transmisión de información, y sabemos que la información es poder. Sin embargo, a pesar de las ventajas de su uso, por ejemplo, a nivel laboral, y teniendo en cuenta que conectarse a ellas forma parte de la conducta normal y cotidiana de la vida moderna (Andreassen, 2015), diversos estudios empíricos llegan a la conclusión de que las personas que emplean menos tiempo en redes sociales tienen mejor salud mental (Moreno y otros, 2011).

    RRSS y salud mentalRRSS y salud mental

    Dichas investigaciones evidencian una correlación directa entre el uso de redes sociales y la ansiedad, al igual que con la depresión. Además, está demostrado que a mayor cantidad de tiempo de uso de redes sociales, mayor probabilidad de padecer depresión y ansiedad.

    El impacto en nuestro estado emocional y, más aún, en el de nuestros niños/as y adolescentes va aún más allá. Así, en el trabajo de investigación "Tiempos Modernos: Redes Sociales y Ansiedad", de Laura Vanessa García Gualdrón (asesorada por Mario Andrés Ernesto Martín Padilla), en 2015, se encontró que el uso de las redes sociales en población juvenil se encuentra caracterizada por una fuerte dependencia psicológica, e impulsividad, lo que repercute en el área social y personal de los usuarios, causando también un mal uso del tiempo.

    Mucho se ha escrito ya sobre la adicción a las redes sociales, que se relaciona de forma negativa con el nivel de autoestima, y de forma significativa con el nivel de ansiedad, de manera que los estudiantes con mayor adicción a dichas redes manifiestan también un mayor nivel de ansiedad, como se constata en el estudio publicado en el siguiente artículo: Portillo-Reyes, V. Ávila-Amaya, J. A., Capps, J. W. (2021). Relación del Uso de Redes Sociales con la Autoestima y la Ansiedad en Estudiantes Universitarios. Enseñanza e Investigación en Psicología, 3(1), 139-149.

    Otras consecuencias de su mal uso serían: amistades débiles y superficiales, exclusión, estrés, depresión, adicción y alteraciones en los patrones de sueño, envidia, vinculaciones irreales, entre otras (Drahošová y Balco, 2017). El uso excesivo de redes sociales también puede generar alteraciones emocionales por la visualización de información de alto impacto o de estándares y prototipos de belleza casi imposibles.

    En relación a ello, señalar el artículo publicado en la revista Behavioral Psychology / Psicología Conductual, Vol. 30, Nº 3, 2022, pp. 677-691 https://doi.org/10.51668/bp.8322305sEste enlace se abrirá en una ventana nueva: EFECTO DE LA EXPOSICIÓN A IDEALES DE DELGADEZ EN LAS REDES SOCIALES SOBRE LA AUTOESTIMA Y LA ANSIEDAD, de Blanca Rodríguez-Suárez1 , José Manuel Caperos1 y José Ángel Martínez-Huertas1,2 1 UNINPSI, Universidad Pontificia Comillas; 2 Universidad Nacional de Educación a Distancia (España), que resume que el uso de redes sociales está relacionado con la aparición de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Los autores encuentran una diminución de la autoestima en el grupo expuesto a imágenes de carga comparativa alta y un aumento de la ansiedad. Concluyen que efecto de las imágenes sobre la autoestima está completamente mediado por el incremento en la ansiedad.

    En la actualidad, las redes sociales cubren algunas de nuestras necesidades en el mundo de la apariencia, como las del reconocimiento, la necesidad de afecto (muchas veces, medida en función de los likes, los retwit, o el número de visualizaciones de vídeos colgados). Las redes te dan la posibilidad de mostrar una imagen de ti que no puedes ser en la vida real e, incluso, el desarrollar distintas identidades, con el peligro que ello supone en una personalidad que se está forjando.

    Por otra parte, "las redes no duermen", por lo que algunos jóvenes sufren angustia por no poder responder de inmediato a mensajes durante la noche o durante su asistencia a clases u otras obligaciones, o bien, sí los contestan, a costa de su higiene del sueño y de la repercusión negativa en sus estudios. Por no hablar de lo problemas de conducta en algunos cuando sus padres tratan de poner límites en este sentido.

    En 2018, Marina Díaz- Marsá, Presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid, ya declaraba que cada vez hay más diagnósticos en jóvenes depresivos que pasan horas y horas en redes sociales.

    En consulta, cada vez más a menudo, además de lo comentado, los profesionales de la salud mental vemos jóvenes víctimas de ciberacoso o de pederastas que contactan con ellos a través de las redes. Los más vulnerables son los/las menores que ya presentan un trastorno de base, como un TDAH o un TAS, de manera que podemos casi hablar de patología dual.

    Todo ello hace imprescindible la prevención, por lo que a continuación se explicitan algunas pautas concretas para un buen uso de la redes, principalmente en los más jóvenes:

    - Controlar el tiempo de conexión a Internet.

    - No creer por completo todo lo que se publica en estos medios.

    - Identificar grupos sociales con gustos o intereses similares a los propios.

    - No dedicar demasiado tiempo a visualizar publicaciones de otros.

    - Evitar pensar de forma irracional, por ejemplo, que es necesario hacer publicaciones que llamen la atención para ser aceptado/a.

    - Participar en actividades sociales fuera de la red.

    - Realizar actividad física con frecuencia.

    - Fomentar otras aficiones y actividades, tanto individuales como en equipo (pero de manera presencial).

    - Trabajar la propia autoestima, independiente de la opinión de los demás.

    Para concluir, como no podía ser de otra forma, se recomiendas los siguientes enlaces web de cara a la seguridad en Internet:

    — Estrategia Nacional de Ciberseguridad 2019. https://www.dsn.gob.es/es/documento/estrategia-nacional-ciberseguridad-2019Este enlace se abrirá en una ventana nueva.

  • Los miedos en los niños (Primera parte)

    En este post vamos a tratar el tema del miedo en niños y adolescentes y su causas. En el próximo culminaremos el capítulo con una serie de consejos para la familia.

    Miedo en niños y adolescentesMiedo en niños y adolescentes

    El miedo forma parte de las emociones básicas orientadas a promover la supervivencia, puesto que alerta sobre los posibles peligros. En el caso de los niños, además, el miedo les otorga cierto poder sobre los adultos, al ser utilizado para verificar hasta qué punto están disponibles, a veces de forma inconsciente y, otras, conscientemente.

    Otra función esencial del miedo es la de potenciar nuestra autonomía, la de permitirnos la adaptación a distintos contextos y, por consiguiente, la de reforzar nuestra autoestima. Por supuesto, consigue aumentar nuestra prudencia y nos hace desarrollar estrategias de solución de problemas y, con ello, impulsa nuestro pensamiento abstracto.

    Por consiguiente, el miedo es una emoción "normal". De hecho, en los primeros años de vida, los niños viven muchos miedos, racionales e irracionales, que forman parte de su evolución. En esos momentos, es necesario hacerles ver que se trata de algo natural que también sentimos nosotros, los adultos; de esta forma, les enseñamos a afrontar sus temores y les mostramos nuestra comprensión, haciéndoles sentir más seguros y fuertes.

    Las causas del miedo

    Siempre en relación con la familia, conviene entender los mecanismos que propician la aparición de la emoción que nos ocupa, siempre con la finalidad de conseguir superarla:

    "¿Se "contagia" el miedo de padres a hijos? ¿Se aprende? ¿Es hereditario?" La respuesta a todas estas preguntas es afirmativa.

    Existen miedos con bases muy genéticas, como la hematofobia (fobia a la sangre); también hay niños que imitan la inseguridad de sus padres… Por supuesto, el miedo puede ser también una respuesta a una experiencia traumática propia o ajena. Así es, podemos sentir temor tras una situación traumática vivida por otra persona, por observación (aprendizaje vicario).

    Los niños no aprenden muy a menudo de lo que se les dice, sino a partir de lo que se hace en su entorno, en función de su temperamento e intereses personales.

    De todas formas, los miedos van cambiando a la vez que las circunstancias sociales también cambian. Tener miedo no significa ser miedoso, va ligado a una determinada circunstancia o a un determinado factor desencadenante. El niño tiene que tomarse el tiempo necesario para encontrar su propia manera de encararlo.

    Para terminar, sólo recordar la cita: "no es más valiente el que no tiene miedo, sino el que, teniéndolo, se enfrenta a él".

    Miedos normativos infantiles en función de la edad

    EDAD

    SITUACIONES ATEMORIZANTES

    0 – 6 meses

    Pérdida física de soporte (base de sustentación), ruidos fuertes.

    7 – 12 meses

    Miedo a personas extrañas, miedo a los objetos que surgen de súbito e inesperadamente.

    1 año

    Separación de los padres, retrete, heridas, personas extrañas.

    2 años

    Multitud de situaciones que incluyen ruidos fuertes (aspiradoras, sirenas, alarmas, camiones, tormentas, etc.), animales (Ej. Perros grandes), una habitación oscura, separación de los padres, objetos o máquinas grandes y cambios en el entorno personal.

    3 años

    Máscaras, oscuridad, animales, separación de los padres.

    4 años

    Separación de los padres, animales, oscuridad, ruidos (incluyendo los nocturnos).

    5 años

    Animales, separación de los padres, oscuridad, gente "mala", lesiones corporales.

    6 años

    Seres sobrenaturales (fantasmas, brujas, etc.), lesiones corporales, truenos y relámpagos, oscuridad, dormir o estar solos, que entre alguien en casa, separación de los padres.

    7 – 8 años

    Seres sobrenaturales, oscuridad, miedos basados en sucesos aparecidos en los medios de comunicación, estar solos, lesiones corporales.

    9 – 12 años

    Exámenes escolares, rendimiento académico, lesiones corporales, aspecto físico, miedos sociales, truenos y relámpagos, muerte, oscuridad (en porcentaje pequeño).

    Como vemos en la tabla anterior, los miedos a la separación de los padres son los más habituales, más típicos de niños con temperamento algo ansioso, sobre todo entre los tres-cuatro y los cinco años. A veces bastante más tiempo.

    Sobre los seis o siete años, evolucionan al temor a la oscuridad (que puede estar presente desde los 4-5 años), a dormir solo, a monstruos y vampiros, a ladrones

    Sin embargo, en ocasiones, el miedo es excesivo, bien por su intensidad, bien por su frecuencia o por su duración; deja de ser una ventaja evolutiva para convertirse en una traba a la hora de adaptarnos a las distintas situaciones. Suele acompañarse, entonces, de sintomatología fisiológica intensa (sudoración, taquicardia, temblores, sensación de ahogo…), de pensamientos negativos referentes a nuestra incapacidad para hacerle frente, de evitación y escape de aquellas circunstancias que tememos.

    En estas circunstancias, lo mejor es pedir ayuda de un profesional, el psicólogo, para evitar que el problema se cronifique. Para el resto de los miedos, presentaremos algunos consejos en el siguiente post.

    * Post elaborado con la colaboración de Charo Campos, especialista en neuropsicología infanto-juvenil, directora del Centro Cogniciona


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