Quirónsalud
Blog de la Dra. Sonia García Vizuete, Jefa de Servicio de Medicina del Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Sur
Las heces son el producto final del proceso digestivo. Lo que entra por nuestra boca en forma de sabrosa comida es trasformado por acción química, física y bacteriológica, en una sustancia por la que nuestro cuerpo elimina aquello que no puede aprovechar.
Las heces están compuestas por fibra vegetal, restos de alimentos no digeridos, agua, sales biliares, moco y gran cantidad de bacterias.
Mediante la observación de las heces podemos saber bastante de cómo está funcionando nuestro aparato digestivo.
Las heces deberían ser compactas pero blandas, con una superficie lisa o ligeramente agrietada, de colon marrón-pardo y expulsarse sin dificultad a través del ano.
Mirando las heces podemos saber mucho acerca del funcionamiento de nuestro cuerpo, y hay muchas enfermedades de las que podemos tener sospechas con un análisis de los excrementos:
- Si las heces son muy compactas, secas, duras y difíciles de expulsar hablamos de estreñimiento. Suele estar causado por falta de fibra en la dieta, pero también puede estar causado por alteraciones hormonales o factores del funcionamiento intestinal.
-Cuando las heces son demasiado blandas, pastosas o líquidas, y se expulsan con demasiada urgencia o demasiada frecuencia, hablamos de diarrea. En muchos casos se debe a procesos infecciosos del intestino, pero también pueden causarla infecciones no digestivas como el SIDA, muchos fármacos o alteraciones del metabolismo.
- Si las heces son rojas o negras hay que sospechar la presencia de una hemorragia digestiva, provocada por una lesión en algún tramo de nuestro intestino. Es una situación urgente que debe ser consultada con un médico de forma inmediata. La ingesta de hierro o tinta de calamar, también puede producir heces negras, aunque normalmente de un color más moderado.
- Las heces blancas, con aspecto de "yeso" suelen deberse a obstrucción del conducto biliar, aunque también pueden verse tras realizar pruebas radiológicas con contraste por vía oral.
De forma adicional, su médico puede decidir realizar un análisis de las heces en el laboratorio.
Este análisis puede determinar múltiples enfermedades o, al menos, hacer que se sospechen y se soliciten otras exploraciones para confirmar.
La más importante de ellas es la presencia de sangre oculta en las heces, ya que es la que se utiliza en el programa de cribado del cáncer de colon. En un test que busca sangre humana en heces aparentemente normales.
La sangre oculta en heces también puede ser positiva en otras enfermedades, pero siempre se hace recomendable consultar con un médico y, eventualmente, realizar una colonoscopia.
También podemos saber si en el intestino hay procesos inflamatorios, mediante la determinación de la calprotectina fecal, que aumenta en caso de inflamación. Si las cifras soy muy altas, mayores de 500, suelen ser muy sospechosas de enfermedad de Crohn o de colitis ulcerosa
Mediante el estudio microbiológico, se pueden cultivar las heces y detectar bacterias o parásitos indeseados que estén causando diarrea, dolor o fiebre. También la presencia de toxinas, como la de c. difficile que suele aparecer como complicación de tratamientos antibióticos previos.
Podemos también conocer de forma indirecta el funcionamiento pancreático mediante la detección de sustancias no digeridas en las heces (como las grasas) que indicarían una malabsorción, o también mediante la medición de elastasa fecal, que está demasiado baja en pacientes con insuficiencia pancreática.
El Helicobacter pylori también puede ser detectado en las heces, con la misma fiabilidad que en un test del aliento.
Por último, el SARS-Cov2 puede ser detectado en las heces, al parecer con mayor sensibilidad que en otras muestras, de forma sencilla y accesible
Con una prueba muy barata y poco invasiva es posible hacer diagnóstico, prevención y seguimiento de múltiples enfermedades. Nuestras humildes heces destinadas al desecho, aún pueden ayudarnos a saber si hay alguna enfermedad.
Hoy escribe nuestro blog la Dra. Mónica González, responsable del área de hepatología del Hospital Quirónsalud Sur.
La hepatitis C es un problema de salud pública que afecta a más de 185 millones de personas en el mundo. De ellas 350.000 mueren cada año.
En España la infección afecta a aproximadamente el 1% de la población, pero el 40% de esas personas no lo sabe.
Este virus se trasmite por la sangre o derivados. Por eso los principales grupos de riesgo son las personas adictas a drogas intravenosas, las personas que recibieron alguna transfusión antes de 1992, o los pacientes en hemodiálisis. También pudieron contagiarse durante la realización de cirugías, inyecciones, tatuajes o trabajos dentales, si el material se reutiliza o no se esteriliza adecuadamente. La transmisión sexual del VHC es rara pero el riesgo aumenta si se tienen múltiples parejas, la persona tiene infección por el virus del SIDA u otras infecciones de transmisión sexual o cuando se realizan prácticas sexuales sin protección o con mucho riesgo de sangrado. La transmisión del VHC de la embarazada al recién nacido es poco probable, de 4-8 % y es máximo en el momento del parto, y también es mucho mayor en mujeres con VIH. El riesgo de transmisión por la lactancia es prácticamente nulo.
Cuando un paciente se infecta por el virus de la hepatitis C tiene bastantes posibilidades de que se convierta en una hepatitis crónica porque nuestro sistema inmune no puede eliminar el virus. De estos pacientes, un tercio desarrollará cirrosis al cabo de 25-30 años, y algunos cáncer hepático. En España, la hepatitis C es la principal causa de cirrosis y de carcinoma hepatocelular y la causa del 30% de los trasplantes hepáticos.
Hasta 2014, los tratamientos para intentar curar la infección por VHC eran poco eficaces, largos e incómodos, con muchos efectos secundarios. Gracias a la investigación, ese año aparecieron los primeros antivirales de acción directa que curan la infección en más del 95% de los pacientes con tan solo 8-12 semanas de tratamiento. Además, tienen pocos efectos adversos y se toman por boca. Por esto debemos ofrecer tratamiento antiviral a todos los pacientes con diagnóstico de hepatitis C crónica porque la curación de la infección evita la evolución a cirrosis y el riesgo de cáncer. También baja el riesgo de morir por causa hepática y no hepática y además elimina al individuo como fuente de transmisión del VHC.
La Organización Mundial de la Salud ha establecido unos objetivos para la eliminación de las hepatitis víricas en 2030: reducir el número de casos en un 90% y la mortalidad en un 65%. Para conseguir eso tenemos que diagnosticar al 90% de los pacientes infectados y tratar al 80% de ellos. En España existe un Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C desde abril de 2015, con ello se ha podido tratar a más de 150.000 pacientes y se estima que se evitaran más del 75% de las complicaciones secundarias a la enfermedad hepática a largo plazo.
La mayoría de los pacientes con hepatitis C crónica no tienen síntomas, o son molestias no específicas, como cansancio. Además, una tercera parte de los infectados tienen pruebas hepáticas normales. Por eso, para conseguir el objetivo deseado de erradicación de la infección, es necesario la sensibilización de la población, sobre todo en los grupos de riesgo, para hacer una búsqueda activa de la infección.
El diagnóstico precoz de la hepatitis C debe hacerse mediante un análisis de sangre que evalúa la presencia de anticuerpos frente al virus C. Si el resultado es positivo, se hará la detección de virus circulante (PCR VHC) para saber si se trata de una infección pasada o activa. También deberá averiguarse qué tipo de virus tiene cada persona (hay 7 diferentes) para seleccionar el tratamiento antiviral más apropiado, ya que los fármacos no son igualmente eficaces frente a todos los genotipos.
Una vez conocida la infección, es necesario realizar una ecografía abdominal y valorar la existencia o no de fibrosis hepática, mediante una prueba indolora llamada Fibroscan (elastografía de transición). Esta prueba permite conocer la dureza hepática, en una escala de 0 a 4. Con estos datos, se puede elegir mejor qué tratamiento utilizar, durante cuánto tiempo y si hay necesidad de hacer seguimiento tras la curación. Los pacientes con fibrosis leve o sin fibrosis pueden ser dados de alta y seguidos por el médico de Atención Primaria. En cambio, los pacientes con fibrosis avanzada (F3-F4), especialmente los que tengan cirrosis, deben continuar su seguimiento por el especialista porque el tratamiento reduce pero no hace desaparecer del todo el riesgo de complicaciones o la aparición de cáncer hepático, así que esos pacientes deber seguir haciéndose ecografías periódicamente.
Aquellas personas en grupos de riesgo, presente o pasado, es conveniente que investiguen con su médico de cabecera o con su especialista para realizar una búsqueda activa de la infección para, en caso necesario, realizar el tratamiento lo antes posible.
Albillos Martínez A, Cañada Merino JL, Molero García JM, Pérez Cachafeiro S, Pérez Escanilla F, Simón Marco MA, Turnes Vázquez J; AEEH, SEMERGEN, semFYC, SEMG. Consenso de recomendaciones para el diagnóstico precoz, la prevención y la atención clínica de la hepatitis C en Atención Primaria. Madrid: Luzán 5; 2017
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Plan estratégico para el abordaje de la hepatitis C en el Sistema Nacional de Salud. Madrid, 21 de mayo de 2015. Disponible en: http://www.msssi.gob.es/ciudadanos/ enfLesiones/enfTransmisibles/hepatitisC/PlanEstrategicoHEPATITISC/docs/ plan_estrategico_hepatitis_C.pdf
La sedación o anestesia es una parte importante de la endoscopia porque cuando tratamos de entrar por los orificios del cuerpo con aparatos mecánicos casi siempre provocamos algún tipo de molestia el paciente. Aunque no dañemos ningún órgano, si no se empleara sedación, el paciente tendría nauseas o dolor habitualmente.
Desde hace muchos años, se ha intentado que las endoscopias digestivas sean indoloras, y, para ello se utilizan diferentes fármacos para que el paciente se entere poco o nada de lo que estamos haciendo dentro de su cuerpo.
La sedación puede ser muy ligera, como un simple adormecimiento, o llegar a ser muy profunda, equivalente a una anestesia. En términos generales, para la endoscopia digestiva más habitual, suele ser suficiente una sedación profunda, que es una situación intermedia. En este estado el paciente no tiene dolor, no percibe lo que ocurre a su alrededor y está profundamente dormido, pero a la vez sigue respirando espontáneamente y no es necesario ayudarle artificialmente a respirar cómo sí ocurre en la anestesia general.
Cada tipo de endoscopia y cada paciente puede requerir un tipo o profundidad de sedación diferente, depende de lo que se vaya a hacer, si es más o menos largo o complejo, si la persona tiene enfermedades previas que hagan la sedación más peligrosa o, incluso, depende también del centro médico donde se vaya a hacer la prueba.
La sedación debe siempre ser administrada por profesionales entrenados, que pueden ser enfermeras o médicos endoscopistas correctamente formados, pero en algunos casos los responsables de la misma deberán ser médicos especialistas en Anestesia , porque la prueba que se va a hacer lo requiera o la persona tenga unas condiciones previas que lo aconsejen.
Por eso es importante que las endoscopias digestivas se realicen en centros que tengan disponibles a todos estos profesionales, ya que eso garantiza el bienestar y la seguridad del paciente. También deben tener todos los medios técnicos para que en caso de haber algún problema (afortunadamente infrecuentes) pueda resolverse inmediatamente.
La sociedad española de endoscopia digestiva proporciona a médicos y enfermeras de digestivo la formación necesaria a través de cursos que organiza en diferentes hospitales a lo largo del año, y los médicos Anestesistas cuentan con conocimiento suficiente por su especialidad. Todos deben trabajar de forma complementaria y fluida para dar respuesta a cada situación.
La calidad de la endoscopia no depende sólo de lo bien que se haga o de lo modernos que sean los endoscopios (todo ello muy importante) sino también incluye que el paciente tenga buenas sensaciones, no tenga dolor y no lo pase mal. Aquellas personas que no tienen malos recuerdos de una endoscopia se la repiten si es necesario sin problemas, lo que mejora la adhesión a programas muy importantes como el de la prevención del cáncer de colon. Además, las endoscopias que se hacen con sedación mejoran en otros muchos indicadores objetivos de calidad, de forma que, en el siglo XXI, no se entienden endoscopia y sedación como dos cosas independientes, sino más bien como un conjunto que incluye a ambas para conseguir el mismo objetivo: buen diagnóstico y tratamiento con el mínimo o ningún sufrimiento.
Para saber más:
https://www.micof.es/ver/19586/endoscopia-digestiva-quitate-el-miedo.html
La diarrea, como la canción, es un clásico del verano.
¿Por qué se producen las diarreas en verano?
Suelen ser diarreas autolimitadas, que duran 3 ó 4 días, producen también vómitos, malestar y, a veces, algo de febrícula (temperatura entre 37 y 38º).
Estas diarreas suelen ser más intensas, causan más malestar y, a menudo, se acompañan de fiebre alta. También puede aparecer sangre con las deposiciones.
Como suelen producirse por contaminación de alimentos, a menudo aparecen en forma de brotes epidémicos con múltiples personas afectadas.
¿Cómo se tratan?
En todos los casos, es necesario recuperar los líquidos perdidos con la diarrea, por lo que se interntará siempre la hidratación oral (suero, bebidas isotónicas, etc). El estado de cansancio y postración hace recomendable cierto reposo.
La clásica "dieta blanda" o "dieta astringente" tiene poca utilidad, salvo si hay muchas naúseas o en las primeras horas.
En las diarreas en las que se sospecha una causa bacteriana o parasitaria es importante realizar un cultivo de las heces, para intentar averiguar qué microorganismo está produciendo el problema, y, con frecuencia, es necesario administrar antibióticos o antiparasitarios para que se resuelvan.
Algunas veces es necesario el ingreso hospitalario, debido a deshidratación o si las diarreas se acompañan de sangrado.
En todos los casos son especialmente vulnerables los niños pequeños, los ancianos y los enfermos crónicos.
¿Cuándo debo preocuparme?
¿Qué debo hacer?
El síndrome de intestino irritable (SII) o colon irritable es un problema de salud muy frecuente que vemos en la consulta de aparato digestivo. Aunque es difícil dar cifras exactas se estima que aproximadamente el 10 % de la población española lo sufre.
La falta de exactitud en las cifras se debe a que los síntomas que produce este problema pueden confundirse con otras enfermedades y por lo tanto a veces los límites no están demasiado claros.
Pero, ¿qué es el intestino irritable? Es un trastorno que se incluye dentro de los llamados trastornos funcionales del aparato digestivo, que son problemas de salud intestinal en los que no tenemos alteraciones analíticas o anatómicas que lo causen. Por ejemplo, la colitis ulcerosa es una enfermedad autoinmune en la que aparecen úlceras intestinales que, a su vez, causan los síntomas.
Pues bien, en el colon irritable no tenemos nada de eso, es decir, se define más bien por lo que no es: no es una alergia o intolerancia alimentaria, no es una enfermedad celiaca, no es una enfermedad autoinmune….
Para poder diagnosticar a un paciente de SII, lo único que tenemos es la historia clínica: el paciente cuenta síntomas desde hace tiempo, habitualmente malestar, gases, diarrea o estreñimiento o alternancia entre ambos, que aparecen y desaparecen sin que, aparentemente, nada concreto los desencadene o ayude a que mejoren.
Los expertos en este problema establecieron los criterios de Roma para ayudarnos a diagnosticarlo. En su versión III establecen que debe cumplirse la presencia de:
1. Dolor/molestias abdominales de repetición (≥ 3 días/mes en los últimos 3 meses), más
2. Dos o más de:
a. Mejoran con la defecación.
b. Asociados con cambios en la frecuencia de las deposiciones.
c. Asociados con cambios en la forma de las heces.
En la versión IV se amplió el concepto para englobarlo dentro de los llamados "Trastornos de la interacción cerebro-intestino", que son un conjunto de problemas gastrointestinales relacionados con alteraciones en la motilidad, sensibilidad visceral, inmunidad mucosa, flora intestinal y en el procesamiento del sistema nervioso central.
En el diagnóstico de esta enfermedad, deben incluirse todos aquellos estudios no invasivos que permitan descartar enfermedades similares. Normalmente es suficiente un análisis de sangre, de heces y un test de hidrógeno espirado: con estos tres simples test de laboratorio podemos descartar la mayoría de las enfermedades digestivas que podríamos confundir con el SII. En algunos pocos casos serán necesarios estudios endoscópicos o de imagen como ecografía intestinal o resonancia magnética.
Otra cosa que no es el intestino irritable es una enfermedad mental. Las manifestaciones digestivas de la depresión o la ansiedad son muy frecuentes pero este es un problema diferente e independiente. Para complicarlo un poco más, el malestar que produce el SII puede acabar causando problemas adaptativos al producir dolor crónico.
Porque hay que señalar que, si bien el colon irritable no es un problema grave de salud, puede producir un impacto serio en la calidad de vida de las personas. Los pacientes (que son sobre todo, mujeres) experimentan síntomas sobre los que no tienen control, que no saben por qué les ocurren y que les provocan situaciones incómodas como episodios de incontinencia de gases o de heces, hinchazón de tripa o dolor.
El colon irritable no puede curarse pero sí tratarse: existen pautas de alimentación y diferentes estrategias farmacológicas y nutricionales para mejorar los síntomas y disminuir su intensidad, su frecuencia y su impacto sobre la calidad de vida.
Nuestro trabajo como especialistas en digestivo es encontrar el camino para poder ayudar a cada paciente de forma personalizada, adaptando estas herramientas a los síntomas y características de cada uno.
Para saber más:
https://www.saludigestivo.es/mes-saludigestivo/sindrome-del-intestino-irritable/
Documento de consenso sobre las dietas de exclusión en el síndrome del intestino irritable (SII) Revista Española de Enfermedades Digestivas vol.110 no.12 Madrid dic. 2018
http://dx.doi.org/10.17235/reed.2018.5941/2018/
Este Blog nace como un canal de divulgación sanitaria sobre nutrición y enfermedades digestivas, con una dimensión clínica pero también social, ofreciendo información veraz y aclarando falsos mitos, contribuyendo en definitiva a una adecuada educación para la salud, tan necesaria en nuestro tiempo.
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