Un alimento funcional, por definición, es un alimento que, además de su valor nutritivo aporta algún efecto añadido y beneficioso para la salud que puede ser preventivo o terapéutico.

Un alimento funcional debe seguir siendo un alimento, es decir, no se consumirá en forma de cápsulas, polvos…. Además, debe de ejercer su función en cantidades que puedan ser normalmente consumidas en la dieta.

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Un alimento funcional puede ser:

  • Un alimento natural, que no haya sido modificado para obtener algún beneficio.
  • Alimentos naturalmente ricos en fibra, como el salvado de avena, que está relacionado con una reducción de enfermedades cardiovasculares.
  • Frutas y verduras (cítricos, ajo, cebolla…) se relacionan con una reducción del riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
  • Aceite de oliva: su ingesta reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, cáncer y otras enfermedades…

- Alimentos que se manipulen para conseguir algún beneficio extra por eliminación, reducción o adición de algún componente.

  • Eliminación: Alimentos sin gluten, leche desnatada (sin grasa)
  • Adición: Alimentos enriquecidos con omega 3…
  • Sustituyen un componente por otro: sacarosa por edulcorantes no calóricos.
  • Alteran la biodisponibilidad metabólica: ricos en fitoesteroles (lácteos destinados para la reducción del colesterol…)

Mientras que, un alimento transgénico está modificado genéticamente, se le introduce un gen de otra especie para incentivar la manifestación de rasgos genéticos deseados.

Estos alimentos no curan ni previenen por sí solos alteraciones ni enfermedades, y, además, no son indispensables.

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Algunos ejemplos de alimentos transgénicos son:

  • Cultivos resistentes a plagas, capaces de crecer en ambientes hostiles.
  • Tomates con retraso en la maduración.
  • Variedades de maíz resistente al frío.