Los indicadores de consumo de sustancias en nuestra comunidad que proporcionan los organismos competentes no hacen más que aumentar, con importantes repercusiones médicas y legales. Cuando la población afectada es con frecuencia adolescentes y adultos jóvenes, a los problemas comunes a estos trastornos hay que añadir el daño a una personalidad todavía en proceso de formación y maduración.

El consumo de tóxicos suele empezar como un fenómeno social, como una necesidad de experimentar o reforzar la autoestima dentro del grupo de pares. Es por ello frecuente el inicio en la adolescencia, cuando el sujeto necesita construir su identidad, como forma de conseguir una seguridad artificial y rápida. Aunque en ese momento puede ser un problema severo, en muchos casos se trata de una experiencia transitoria y limitada, que no afecta el proceso normal de desarrollo. Cuando se desarrolla una adicción, el proyecto vital, de autonomía y crecimiento, queda, en mayor o menor medida, interrumpido o deteriorado.

Con el paso del tiempo la adicción o dependencia va condicionando y organizando la personalidad y la vida del adicto, deteriorándose todos los demás mecanismos de defensa, las herramientas psicológicas, necesarias para una adecuada adaptación a la realidad. El objeto de adicción sirve tanto para celebrar una buena noticia como para matar la soledad y el aburrimiento, para no pensar y no sentir, para evitar conflictos. El adicto vive cada vez más inmerso en su mundo, en su forma de entender las cosas, en el ambiente social que le permite continuar con su estilo de vida. Es frecuente que todas sus relaciones consuman de forma similar, lo que aumenta su aislamiento.

El conflicto que un adicto necesita negar es que aquello de lo que depende es también lo que le hace más daño y lo que genera más sufrimiento en las personas que le quieren. De forma progresiva la dependencia se hace mayor, al tiempo que se desarrolla tolerancia al consumo y es necesario aumentar las dosis para conseguir el mismo efecto. Y si se interrumpe el consumo aparece un síndrome de abstinencia, física o psicológica. Dependencia, tolerancia y síndrome de abstinencia son las tres características básicas de estos trastornos.

La fuerte irrupción de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad está generando problemas de uso, abuso y adicción que son por completo superponibles a los cuadros que antes se describían sólo con sustancias tóxicas. Los medios de comunicación se hacen eco de patologías cada vez más presentes: adicción a móviles, a internet, a juegos de ordenador, a las compras, al sexo… De nuevo la población más afectada es la más vulnerable, adolescentes y adultos jóvenes.

El proceso de tratamiento de estos problemas empieza por una detección lo más temprana posible, que evite el deterioro descrito. La conciencia de enfermedad es muchas veces difícil, el adicto se convence de que controla y lo puede dejar cuando quiera, aún cuando todo su entorno familiar, social y, en algunos casos, laboral, sabe que no es cierto e insiste en buscar ayuda.

El tratamiento de los trastornos adictivos tiene dos fases diferenciadas. La primera, de desintoxicación, trabaja la abstinencia absoluta del tóxico, tóxicos o comportamientos, rompiendo la dependencia del consumo y de todo lo relacionado con el mismo. La segunda, de deshabituación, busca la recuperación de su vida y la construcción o reconstrucción de su identidad, su vida relacional, sus intereses. En la práctica las dos fases se van solapando con el paso del tiempo para conseguir la desaparición del tóxico y la prevención de recaídas. Este abordaje se basa en la psicoterapia individual, familiar y grupal. El tratamiento farmacológico, sin embargo, es útil y está indicado en algunos casos que presentan problemas asociados.

El equipo terapéutico de Hospital Quirónsalud Madrid está compuesto por psiquiatras y psicólogos con larga experiencia clínica en esta materia, con manejo adecuado de todas las técnicas psicoterapéuticas y farmacológicas necesarias.