¿Qué pruebas hay que realizar para hacer el diagnóstico?

Ante la presencia de cualquiera de los síntomas anteriormente descritos es imprescindible establecer un diagnóstico preciso para buscar el tratamiento más adecuado. Para ello es fundamental saber dos cosas:

  • ¿Hay una lesión dentro del esófago?
  • ¿Existe alguna alteración en sus movimientos?

Para contestar la primera pregunta la mejor prueba es la endoscopia digestiva. Consiste en la introducción de una sonda por la boca, que tiene una cámara en su punta, y permite ver con mucha precisión el esófago, el estómago y el duodeno. En la actualidad se puede realizar bajo sedación para que no produzca ninguna molestia. En los casos de enfermedades de los movimientos del esófago lo habitual es que esta prueba sea norma y sirva para descartar otras enfermedades como la esofagitis, las estenosis por otras causas o el cáncer de esófago.

Para contestar a la segunda pregunta, y una vez descartadas otras causas, se debe realizar una manometría esofágica. Esta prueba se efectúa con una sonda muy delgada que se introduce por la nariz hasta el esófago y mide sus movimientos. Es la técnica más útil en estos casos.

En algunas ocasiones las radiografías con papilla, además de la endoscopia y la manometría, también pueden aportar datos interesantes.