Se acerca el día en que todos los años, los vivos recordamos a los muertos, antes con flores, oraciones y visitas al cementerio y ahora además con la ya introducida en nuestra cultura fiesta de Halloween.

La noche de Halloween, con sus distintos matices según la edad que se tenga, supone cargar de más simbolismo, incluso algo de parafernalia, esta emotiva fecha.

Paloma Carrasco, psicóloga de Quirónsalud Sagrado Corazón, explica que "en el caso de los niños, el hecho de disfrazarse, pedir caramelos y tratar de dar sustos a los demás, les puede ayudar a abordar el tema de la muerte de manera más relajada, pero sobre todo, de acercarse a ella, de poder hablar sobre el tema, desdramatizando y superando miedos".

En opinión de la especialista "es un error, vivir como si la muerte no existiera y lo es también tratar de ocultársela a los niños". De hecho, apostilla, "poder abrir canales de comunicación cómodos para un niño es sano y necesario".

Adentrarse en el mundo de los fantasmas, monstruos y brujas de manera un tanto cómica ayuda a no desarrollar miedos irracionales, el terror se ridiculiza y se normalizan temas que, siendo delicados, es necesario abordar. Aunque en opinión de la especialista, siempre hay que tener cuidado con las distintas sensibilidades y edades pues para algunos niños puede ser peor el remedio que la enfermedad y pasar la noche de Halloween sufriendo pesadillas. En general el niño se tomará a broma todo esto y su interés principal, simplemente será, pasar una noche divertida.

Paloma Carrasco aconseja aprovechar la fiesta de Halloween para hablar de los seres queridos que ya no están con nosotros, como en la película Coco, que sirva este acercamiento al mundo de los muertos como homenaje y no solo como diversión. Sobre todo, "para afrontar con naturalidad el tema de la muerte y de la vida" insiste.

Es imprescindible que tratemos el tema con cierta profundidad, aclara Carrasco, "aprovechar algún recurso, imagen o símbolo, para conversar, y no quedarnos solo en el aspecto ridículo o cómico del asunto". Asimismo, expone que evitar el dolor y el sufrimiento a los niños, a toda costa es un problema, además facilita la aparición de temas tabúes que a largo plazo pueden hacer mucho daño. Aconseja a los adultos ser naturales y sinceros, "un niño puede ser infantil pero no es tonto, va formando sus propios juicios sobre la realidad, y si no abrimos puertas de comunicación, para las dudas y las preguntas existenciales, aumentaremos su sensación de miedo e inseguridad", concluye la psicóloga.

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