El cáncer y las enfermedades cardiovasculares comparten algunos factores de riesgo como el tabaco, el sobrepeso, la falta de ejercicio físico, el consumo de alcohol o la edad avanzada. Asimismo, en ocasiones, algunos problemas del corazón y los tratamientos oncológicos pueden coexistir en un mismo paciente. Por otro lado, ambas enfermedades suelen ser mas frecuentes en edades avanzadas y, a pesar de que este tipo de terapias son cada vez más eficaces, estas pueden provocar algunos efectos secundarios en nuestra salud cardiovascular. La doctora Teresa Blasco Peiró, cardióloga de Quirónsalud Zaragoza, nos explica esta posible relación.

¿Qué complicaciones pueden conllevar estos tratamientos?

"La incidencia de toxicidad cardíaca depende de varios factores como el tipo de tratamiento utilizado, ya que no todas las terapias oncológicas afectan igual a nuestra salud. Varía en función de la dosis, la duración, las combinaciones de diferentes tratamientos y el estado del propio paciente. En este sentido, influirá el riesgo cardiovascular que tenga o si sufre una enfermedad cardiológica ya establecida", indica la doctora.

Entre las diversas formas de cardiotoxicidad, puede aparecer disfunción ventricular con síntomas de insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial, arritmias, problemas coronarios, trombosis arteriales, miocarditis o pericarditis, entre otras. Según Cardiotox (registro internacional para estudiar la cardiotoxicidad de los tratamientos oncológicos publicado en 2020), se aprecian problemas cardiológicos en el 37,5% de los pacientes, de los cuales el 31,6% era de grado leve, el 2,8% moderado y el 3,1 % sufría complicaciones severas. Asimismo, en las personas con cardiotoxicidad leve o moderadas, no hay un aumento de la mortalidad y normalmente no es necesario suspender el tratamiento oncológico, sin embargo, en los casos más graves, sí que se observa un aumento de la mortalidad.

Rutinas para cuidar la salud cardiovascular en pacientes oncológicos

Las recomendaciones actuales se basan en varios aspectos. "Desde un punto de vista médico, se debe examinar el riesgo de desarrollo de cardiotoxicidad por parte de las unidades de cardioncología (oncología, hematología y cardiología) y realizar un seguimiento estrecho, indicando las terapias más adecuadas al estado de cada persona. Igualmente, hay que controlar, diagnosticar y tratar las patologías del corazón previas", explica la especialista. "Por su parte -continúa-, el paciente debe evitar el tabaco y el alcohol. También es importante llevar un control de la hipertensión arterial, la diabetes y la hipercolesterolemia; mantener una alimentación saludable, por ejemplo, una dieta mediterránea para evitar el sobrepeso, y realizar ejercicio físico de forma regular, al menos durante 30 minutos cinco días a la semana".

La necesidad de un abordaje multidisciplinar

Para la doctora Blasco, "lo primero que hay que hacer es una valoración cardiológica del paciente, de su riesgo cardiovascular y de su cardiopatía de base si la hubiese. Así se consigue tener un mayor control de los factores de riesgo. Posteriormente, de forma consensuada con el oncólogo/hematólogo se decidirá el régimen terapéutico más adecuado, en función de su eficacia y del riesgo que pueda conllevar. Finalmente, es necesario realizar un seguimiento durante el tratamiento oncológico para detectar de forma precoz la cardiotoxicidad, si la hubiera, cuando todavía es leve o moderada e indicar si procede un tratamiento cardioprotector. Esto impedirá que el problema evolucione y evitará posibles suspensiones del tratamiento oncológico".

"Para nosotros -añade-, es fundamental llevar a cabo un seguimiento conjunto entre oncología y hematología, que permite identificar precozmente las posibles patologías. En este sentido, el equipo de oncología y el de cardiología trabajamos en constante colaboración. Por ejemplo, cuando se inicia un tratamiento potencialmente cardiotóxico, se remite a cardiología para valorar el riesgo. Para ello, se realiza un electrocardiograma, un análisis de sangre con biomarcadores de toxicidad cardíaca y un ecocardiograma. Generalmente, en casos leves o moderados, se realizan revisiones cada tres meses. En cambio, en pacientes de riesgo alto, las revisiones se individualizan y pueden ser mensuales o bimensuales. Además, se optimiza el control de los factores de riesgo o de una cardiopatía de base. Y, si hubiera una cardiotoxicidad severa, se suspende la terapia y se inicia el tratamiento cardiovascular oportuno".