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Dr. Ramón Artigas, Alergólogo Pediátrico en Hospital El Pilar – Grupo Quirónsalud


La rinitis alérgica es la patología de origen inmunológico más frecuente en la consulta pediátrica de alergología. Sus síntomas, muchas veces infravalorados, constituyen un problema serio para los niños que la padecen, tanto por la persistencia de sus síntomas como por la frecuente afectación de órganos vecinos, como son los oídos, la garganta, los senos paranasales, etc., así como la demostrada afectación de la calidad de vida.


Síntomas de la rinitis alérgica

Los síntomas de la rinitis alérgica pueden manifestarse de repente y a menudo se parecen a un resfriado: estornudos en forma de salvas (por lo general más de seis veces seguidos), secreción acuosa (hidrorrea) y sobre todo prurito, se asocia con lagrimeo y enrojecimiento de los ojos. Sin embargo, lo que más molesta a los más pequeños es la congestión nasal.


La obstrucción nasal acaba por producir alteraciones, como cambios de humor, que pueden acabar influyendo en el rendimiento escolar. Si la rinitis se cronifica puede acabar dando alteraciones del sentido del olfato y del gusto. El sangrado nasal frecuente (epistaxis) que es debido a la extraordinaria vascularización de la nariz y el picor de la reacción alérgica hace que los pequeños se froten intensamente, debe hacernos sospechar que podemos estar ante una rinitis alérgica.


Los síntomas de polinosis pueden aparecer a cualquier edad, aunque el inicio suele ser más frecuente en la infancia (inclusive menores de tres años) y en la juventud. Una vez que aparecen los primeros síntomas clínicos, estos tienden a persistir indefinidamente en el tiempo, e incluso a agravarse (entre un 30-60% de los pacientes pueden terminar desarrollando asma bronquial). No obstante, un pequeño porcentaje de niños (8%) puede presentar remisiones clínicas espontáneas.


En España hay más de diez tipos de pólenes que pueden provocar polinosis epidémicas. Si un pequeño presenta la sintomatología descrita debe acudir al especialista que le someterá a una serie de pruebas (cutáneas y/o de otro tipo) para confirmar su diagnóstico y le explicará si los síntomas son producidos por haber desarrollado alergia a uno o a varios pólenes.


La aparición de los síntomas está en función de la presencia atmosférica del polen o los pólenes a los que está sensibilizado en su lugar de residencia. Los residentes en el área de Barcelona y que son alérgicos a los pólenes de las arizónicas y los cipreses (cupresáceas), desarrollarán sus síntomas en los meses que van de enero a marzo; los alérgicos al plátano de sombra los desarrollarán entre marzo y abril; mientras los que lo sean al polen del olivo o la parietaria, o las gramíneas, de abril a julio.


¿Cómo podemos evitarlo?

Los pólenes están en suspensión en el aire. Los días de viento, el aire puede transportarlos más fácilmente. La concentración de polen en el aire es más escasa en los días de lluvia o los días fríos y húmedos y aumenta en los días secos y calurosos.


  • Abrir las ventanas del domicilio a primera hora de la mañana y cuando cae el sol, ya que es en estas horas cuando los niveles de pólenes son más bajos.
  • Ducharse y cambiarse de ropa al llegar a casa. Procurar no tender la ropa en el exterior.
  • Usar gafas de sol y mascarillas antipolen (preferentemente las denominadas FPP).
  • Instalar filtros antipolen en los aparatos de aire acondicionado, tanto en el domicilio del niño como en el coche.
  • Cuando se viaje en coche, hacerlo con las ventanillas cerradas.
  • Evitar actividades que puedan remover partículas de polen, tales como cortar césped, barrer la terraza, etc.
  • Disminuir las actividades al aire libre en las horas centrales del día, entre el mediodía y las cinco de la tarde.
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