Quirónsalud
Blog de Salud y bienestar mental del Hospital Quirónsalud Digital
Las consecuencias en la salud mental de personas que han sufrido algún tipo de violencia son innegables. Sin embargo, en el caso de la mujer maltratada se añade el hecho de que la violencia es ejercida por la persona a quien ama y por quien ella, entiende, la ama. La quiebra y desestructuración de su personalidad son considerables pues quien debe respetarla, gratuitamente, la agrede.
La persona que sufre o ha sufrido violencia de género puede desarrollar alteraciones en su estado anímico, miedo y ansiedad, insomnio y toda la sintomatología del estrés postraumático: recuerdos recurrentes, pesadillas, evitación de situaciones relacionadas con la agresión, desmotivación, problemas de memoria y atención, distanciamiento emocional, conductas autodestructivas, insensibilidad, hipervigilancia, irritabilidad o culpa.
Adicionalmente, puede sufrir trastornos de la conducta alimentaria.
La violencia física comprende toda acción que inflige daño no accidental, usando la fuerza o algún tipo de objeto. Incluye golpes, empujones, patadas y encierro entre otras manifestaciones.
La imposición por la fuerza es un signo fehaciente de la injusta coerción y dominación que ejerce el agresor sobre su víctima de violencia de género. Supone que el agresor ha ejercido previamente violencia psicológica hasta conseguir un grado de sometimiento tal que puede traspasar esa línea roja sin peligro de ser delatado.
A los efectos de este tipo de violencia hay que añadir la vergüenza y la humillación, además de los síntomas anteriormente expuestos.
La violencia sexual, de acuerdo con la OMS, comprende cualquier acto dirigido contra la sexualidad de una persona mediante coacción o bien la tentativa de consumarlo. Comprende la violación, tocamientos sexuales y otras formas de violencia sexual sin contacto.
A los síntomas mencionados en apartados precedentes se suma la dificultad para situar las relaciones íntimas en el contexto de una relación afectiva en la pareja y la aparición de disfunciones sexuales.
Este tipo de violencia incluye amenazas, insultos, humillaciones, chantajes y desprecio hacia el valor, el trabajo y las opiniones de la mujer. Pero también actitudes de indiferencia o silencio que a menudo provocan dudas y sentimientos de culpa en la víctima de violencia de género. Puede incluir también aislamiento social y limitación del acceso de la mujer al dinero o a los medios para conseguirlo.
Las consecuencias psicológicas suponen una devastación absoluta de la identidad y personalidad de la mujer. Ésta va cediendo terreno imperceptiblemente y excusando las amenazas, insultos y chantajes en pro de su tranquilidad personal y la de los suyos. El proceso continúa hasta que no queda ya nada por entregar, ha cedido el control de su vida a su pareja y le ha entregado lo más valioso: su libertad.
En esta situación la víctima es incapaz de tomar decisiones por sí misma y, por tanto, el agresor la ha privado de la posibilidad de crecer y madurar como persona.
Al comienzo, el profesional de salud mental iniciará un acompañamiento activo y sincero con el fin de afianzar el paso que la víctima está dando.
Los tratamientos incluirán psicoeducación o información sobre el ciclo de la violencia y los condicionantes socioculturales que favorecen la desigualdad. Se trabajará especialmente el proceso de "empoderamiento" de la víctima que contempla el incremento de su autoconocimiento, autoestima y autoconfianza. Así también se ofrecerá a la víctima un entrenamiento en habilidades de comunicación y técnicas de resolución de conflictos.
En la mayoría de los casos será necesaria una intervención para reducir los niveles de ansiedad y miedo particularmente elevados. Y, en los casos pertinentes, se tratará el estrés postraumático que posiblemente padece la víctima.
Para finalizar, es importante recordar que la violencia de género es un problema de todos. Conviene además advertir que la víctima, inconscientemente, minimizará la magnitud de la agresión ante nuestro deseo de ayudarla.
Texto elaborado por Mónica Sagardoy Fidalgo, psicóloga sanitaria en Hospital Quirónsalud Digital.
Los denominados problemas de conducta se están convirtiendo en una fuente de preocupación para las familias, la escuela y la sociedad en general. Aparecen cuando los niños o los adolescentes tienen que cumplir ciertas normas y someterse a un cierto grado de disciplina que les suponga no conseguir una satisfacción inmediata.
Algunas conductas de oposición son, en determinados momentos, importantes para el desarrollo y la formación de la propia identidad y la adquisición de habilidades de autocontrol y desarrollo personal. Sin embargo, hay niños en los que la frecuencia y la intensidad de sus emociones están claramente por encima de lo que podría considerarse normal para su edad o grupo de referencia. La mayor parte de los problemas de conducta que muestran los niños pueden explicarse como un desajuste dentro de su contexto familiar, escolar o social, pero si éste permanece en el tiempo, los niños que lo presentan deben ser valorados y tratados por un especialista en salud mental.
Los trastornos de conducta como tal son distintos de los problemas de conducta. Su inicio suele darse durante la infancia, pero en muchos de los casos no es hasta la adolescencia cuando se producen las primeras consultas, cuando los síntomas se han agravado o se presentan con otras comorbilidades, lo que dificulta el abordaje y el pronóstico. En estos casos hay un gran impacto en diferentes áreas funcionales del menor, como el rendimiento académico, la dinámica familiar o las relaciones sociales.
La etiología de estos trastornos no se conoce con exactitud, pero se habla de factores de riesgo temperamentales, genéticos y ambientales.
Tradicionalmente, los principales tipos de trastornos de conducta han sido:
Algunos de estos casos pueden agravarse durante el verano o épocas vacacionales, al salirse de la rutina y de la estructura diaria, pero en cambio otros pueden estabilizarse y estar mejor. Esta relación dependerá de la problemática individual del niño, de si hay alguna patología añadida, de la gravedad y, sobre todo, de la dinámica familiar. Siempre es beneficioso que el niño o adolescente esté informado de los cambios y mantenga una cierta estructura en su día a día.
Es importante señalar que, en cualquier caso, es necesario realizar un diagnóstico diferencial por parte de un profesional. Los niños y adolescentes son más proclives que los adultos a manifestar síntomas psicológicos a través de alteraciones en la conducta, encontrando que algunos casos de "mal comportamiento" son en realidad un problema afectivo.
Artículo redactado por Joan Francesc Serra Pla, Psicólogo clínico en Quironsalud Digital
Ante los procesos biológicos de nuestro cuerpo solemos reaccionar pensando que es un asunto exclusivo para tratar por los médicos especialistas. En el caso de la menopausia en particular, por endocrinos y ginecólogos. Pero lo cierto es que, aunque se trate de un proceso que tiene que ver con el desarrollo evolutivo de la mujer, puede tener efectos a nivel psicológico que conviene valorar.
Resulta preciso conocer cuáles son los síntomas psicológicos de la menopausia, que se engloban principalmente en dos niveles: el cognitivo y el emocional. A nivel cognitivo puede aparecer cierta dificultad para recordar y para concentrarse, problemas en el lenguaje y alteraciones en la regulación del sueño y el estado de vigilia, entre otras alteraciones. A nivel emocional, pueden manifestarse cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, disminución del deseo y disfrute sexual, cansancio, baja tolerancia a la frustración, nerviosismo, estrés, ansiedad o depresión.
¿Es inevitable sentir los síntomas psicológicos de la menopausia? Responderemos con esta pregunta retórica: ¿es posible crecer sin experimentar cambios?... La buena noticia es que no se trata de una condición determinante que las mujeres estén destinadas a sufrir. Los síntomas, tanto los físicos como los psicológicos, pueden variar en intensidad y duración dependiendo de diversas variables como el estilo de vida, los patrones culturales en general y los familiares en particular, así como de variables de personalidad.
Un dato curioso sobre los síntomas psicológicos de la menopausia es que hay evidencia científica que revela que las mujeres de cultura hispana tienden a presentar síntomas emocionales como el nerviosismo, la tristeza y el llanto; mientras que las mujeres con ascendencia europea tienden a experimentar irritabilidad. Otro aspecto de interés que tiene que ver con lo social y lo cultural hace referencia a la necesidad de tener una apariencia joven a pesar de la edad biológica; en consecuencia, muchas mujeres que experimentan una menopausia temprana responden con negación, dificultando el afrontamiento de este cambio de la vida que representa una transición. Freud, en 1925, se dio cuenta de que tendemos a reprimir contenido que es doloroso del cual preferimos no saber y hacer como si nada pasara.
Claves para cuidar la salud mental en la menopausia
No obstante, la realidad es que sí se trata de un periodo especial del ciclo vital, por lo que ver con gratitud lo vivido y aceptar que los cambios inherentes son parte de la experiencia tradicional de la vida ayuda a transitar por él.
Algunas claves para cuidar la salud mental en la menopausia son:
Son algunos de los factores de protección que ayudarán al cuerpo en su biología a compensar un déficit hormonal.
Si, más allá de los esfuerzos por estar bien, los síntomas psicológicos de la menopausia pueden más que la voluntad y la buena disposición, entonces quizá convenga valorar acudir a terapia psicológica. En ella se encuentra un espacio para ser escuchada y para afrontar el cambio vital a través de la construcción de herramientas que ayuden al crecimiento personal.
Juventud, divino tesoro, es el título de un poema de Rubén Darío, publicado en el poemario Cantos de vida y esperanza de 1905. Tomamos esta referencia de la literatura ya que nos permite pensar en la importancia de atesorar cada momento de la vida con alegría y esperanza, cuidándonos y haciendo lo que hay que hacer para afrontar el porvenir.
Dra. Adriana Atencio Antoranz, psicóloga general sanitaria.
Los trastornos alimentarios son afecciones graves de salud mental, ya que implican problemas serios sobre cómo se piensa con respecto a la comida y sobre la conducta alimenticia. Como consecuencia, se puede comer mucho menos o mucho más de lo necesario, Algo que puede provocar problemas de salud como enfermedades cardíacas y renales, o incluso la muerte. Sin embargo, hay tratamientos que pueden ayudar a quienes los sufren.
La causa yace en una interacción compleja de factores, incluyendo genéticos, biológicos, conductuales, psicológicos y sociales.
Cualquiera puede desarrollar un trastorno alimentario, pero son más comunes en mujeres. Estos trastornos aparecen con frecuencia durante la adolescencia o la edad adulta, pero también se pueden desarrollar durante la infancia o más tarde.
Debido a que los trastornos alimentarios pueden ser muy graves, es importante buscar ayuda lo antes posible. Para hacer un diagnóstico, el profesional puede utilizar la exploración clínica y física, un análisis de sangre u orina y otras pruebas para descartar organicidad.
¿Cuáles son los principales trastornos alimentarios y sus características?
Los pacientes con anorexia nerviosa evitan los alimentos, los restringen severamente o comen cantidades muy pequeñas. Pueden verse a sí mismos con sobrepeso, incluso cuando están peligrosamente delgados, por lo que tiene la tasa de mortalidad más alta de cualquier trastorno mental. Los principales signos y síntomas son:
Con la bulimia nerviosa aparecen períodos de atracones alternados con purgas, es decir, conductas compensatorias del atracón, que pueden incluir los vómitos, el uso de laxantes, el ejercicio excesivo e, incluso, el ayuno. Los principales signos y síntomas son:
La principal peculiaridad del trastorno por atracón es que el paciente sigue comiendo incluso después de estar lleno. A menudo, come hasta que se siente muy incómodo. En general, después tienen sentimientos de culpa, de vergüenza y de angustia. Darse atracones de comida con demasiada frecuencia puede causar aumento de peso y obesidad. Los principales síntomas son:
La diferencia entre la bulimia y la anorexia son los atracones de comida, por lo que en la primera el síntoma más habitual no es la pérdida continuada de peso, sino los cambios bruscos del volumen corporal.
A diferencia de la bulimia, en el trastorno por atracón el paciente no se induce vómitos ni otra conducta compensatoria. Por lo tanto, su peso tiende a crecer o, en su defecto, a mantenerse estable, lo que dificulta enormemente su diagnóstico. De hecho, es habitual que se detecte cuando el sujeto ya tiene síntomas propios de la depresión.
El tratamiento para los trastornos alimentarios se adapta tanto a las necesidades de cada persona como a la gravedad y el momento en el que se diagnostican. Pueden incluir tanto psicoterapia individual, como grupal o familiar, asesoramiento nutricional y, en algunos casos, medicamentos, atención médica y monitoreo.
Por Joan Francesc Serra i Pla
Psicólogo clínico adjunto en el Hospital Quirónsalud Digital
El trastorno obsesivo compulsivo se define por la presencia de obsesiones y de compulsiones, o de ambas a la vez, que provocan en la persona que lo padece un malestar significativo, interfieren en sus rutinas o le suponen una significativa pérdida de tiempo (más de una hora al día).
Este desorden, que no presenta un patrón típico, tiene una prevalencia similar en hombres y en mujeres. Aunque puede iniciarse en la infancia, suele manifestarse en la adolescencia o al inicio de la vida adulta.
Generalmente, el paciente percibe como aberrantes o faltos de lógica los contenidos de las obsesiones o las reglas que las asocian con las compulsiones, conocidas como rituales. Pero en casos graves con ausencia de conciencia de enfermedad, la persona está completamente convencida de la veracidad de sus contenidos obsesivos. Por ejemplo, la creencia de que si no cuenta los coches rojos que pasan por la calle puede ocurrir una desgracia a su familia.
Los síntomas definitorios del TOC son las obsesiones o compulsiones, también llamados rituales.
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes mentales recurrentes y persistente que se experimentan en algún momento del trastorno como intrusivos o inapropiados y causan ansiedad y malestar. Normalmente, la persona afectada intenta ignorar o suprimir dichos pensamientos, impulsos o imágenes, o bien intenta neutralizarlos mediante otros pensamientos o actos.
Las compulsiones son conductas (lavado de manos, puesta en orden de objetos, comprobaciones…) o actos mentales (contar números en silencio o repetir palabras o frases), de carácter repetitivo que el paciente se ve obligado a realizar en respuesta a una obsesión o con arreglo a ciertas normas que debe seguir estrictamente. El objetivo de las compulsiones es reducir el malestar y la ansiedad o prevenir algún acontecimiento negativo, aunque no estén conectadas de forma realista con lo que pretenden neutralizar o prevenir.
El diagnóstico de TOC ha de ser realizado tras una exhaustiva evaluación por parte de un especialista en psicología clínica o en psiquiatría, ya que exige un juicio por parte del experto que determine si se trata de síntomas obsesivos sin significación clínica o bien un trastorno. Este desorden viene definido por el malestar que genera a la persona, por la interferencia en sus rutinas personales y laborales y por el tiempo empleado en desarrollarlo.
Dra. Susana Amodeo Escribano. Psicóloga especialista en Psicología Clínica. Psicóloga Adjunta del Servicio de Psiquiatría de Hospital Universitario Fundación Jimenez Díaz – Centro de Salud Mental de Pontones
La salud mental influye en las relaciones sociales y en el bienestar emocional. Cuidarla resulta fundamental para alcanzar la serenidad y la calidad de vida que todos buscamos. En este blog, profesionales expertos en psicología y psiquiatría nos invitan a profundizar en los distintos aspectos que influyen en la salud y bienestar mental con el objetivo de comprenderla, cuidarla y desterrar tabúes y estigmas.
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