Quirónsalud
Blog de Salud y bienestar mental del Hospital Quirónsalud Digital
Cada vez se conocen más casos de personas con autismo y aun son muchas las personas que desconocen en qué consiste este trastorno. En el post de hoy trataremos de despejar todas las dudas al respecto.
El trastorno del espectro del autismo (TEA) es una condición de origen neurobiológico que afecta a la configuración y al funcionamiento cerebral. Acompaña a la persona a lo largo de su vida y afecta fundamentalmente a tres áreas:
1. La comunicación: problemas para comprender a los demás y para expresarse. Por ejemplo:
2. La interacción social: las personas con TEA tienen dificultades para relacionarse con los demás, comprender el contexto y desenvolverse en determinadas situaciones sociales. Por ejemplo:
3. Hiper o hiposensibilidades: pueden mostrar una reactividad sensorial excesivamente alta o extremadamente baja. Por ejemplo:
Aunque las personas con TEA comparten unas características comunes, cada una de ellas es distinta a las demás y manifiesta diferentes capacidades, intereses y necesidades, que varían según la historia de vida y los apoyos a los que la persona tiene acceso. Es muy importante valorar el grado de gravedad del trastorno del espectro autista y si hay otra condición añadida (discapacidad intelectual, trastorno por déficit de atención, trastorno del aprendizaje, etc.) para realizar un correcto diagnóstico y abordaje.
El TEA afecta al 1 % de la población aproximadamente. Aun así, la cantidad de niños que reciben el diagnóstico en la actualidad está aumentando. No está claro si esto se debe a una mejor detección, a un aumento real de la cantidad de casos o a ambos.
Considerando la complejidad del trastorno y el hecho de que los síntomas y la gravedad varían, probablemente haya muchas causas. Tanto la genética como el medio ambiente influyen en la aparición de este trastorno:
- Genética. Varios genes diferentes parecen estar relacionados con los TEA. Algunos están asociados a un trastorno genético, como el síndrome de Rett o el síndrome del cromosoma X frágil. Otros son debidos a cambios genéticos que afectan al desarrollo del cerebro. Algunas mutaciones genéticas parecen ser hereditarias, mientras que otras suceden de manera espontánea. Los familiares con un hijo TEA tienen mayor probabilidad de tener otro hijo con el diagnóstico. También es frecuente que los padres o familiares tengan rasgos del espectro autista como dificultad en las habilidades sociales y de comunicación o en la teoría de la mente.
- Factores ambientales. Factores como las infecciones virales, los medicamentos, las complicaciones durante el embarazo o los contaminantes del aire, pueden influir en su desencadenamiento. También hay factores de riesgo como la edad de los padres (mayor probabilidad en padres de gran edad) o los bebes prematuros (bebes nacidos antes de las 26 semanas de gestación).
Los tratamientos actuales buscan reducir los síntomas que interfieren en el funcionamiento diario y la calidad de vida. Generalmente incluyen la intervención de varios profesionales, comienzan con una valoración por parte del psicólogo y se adaptan a las necesidades de cada persona, por eso es importante la comunicación entre ellos y con la familia para garantizar una adecuada evolución y mejoría.
Joan Francesc Serra i Pla, Psicólogo clínico adjunto en Hospital Quirónsalud Digital.
Los trastornos mentales perinatales durante el embarazo y hasta un año después del parto presentan una alta prevalencia que se sitúa en torno al 25 %. Una de cada cuatro mujeres presentará síntomas o cumplirá criterios de trastorno mental en este periodo. El mayor riesgo se sitúa en torno a los tres primeros meses tras el parto.
Haber padecido depresión anteriormente es el mayor factor de riesgo para presentar depresión tras el parto. También son factores de riesgo tener elevada ansiedad antes y durante el embarazo, escaso apoyo social, así como historia de eventos vitales estresantes.
Hay que diferenciar la depresión del Baby Blues, que se refiere al ánimo bajo que no cumple criterios de episodio depresivo que presenta el 80 % de las mujeres tras el parto y remite en un periodo aproximado de dos semanas, a lo cual ayuda un buen apoyo familiar y social en el entorno.
La depresión postparto es uno de los trastornos más frecuentes y se considera presente cuando se cumplen al menos cinco de los siguientes síntomas durante al menos 14 días consecutivos, siendo uno de ellos tristeza persistente o falta de interés.
Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día
Anhedonia o marcada disminución del interés o placer en casi todas las actividades
Síntomas adicionales:
Pérdida de peso clínicamente significativa o aumento o disminución del apetito
Insomnio o hipersomnia
Agitación o enlentecimiento psicomotor
Fatiga o pérdida de energía
Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados
Capacidad disminuida para pensar o concentrarse o tomar decisiones
Pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida
Cómo superar la depresión postparto
El periodo perinatal es un periodo de máxima vulnerabilidad, dónde la evaluación de la salud mental ha de ser muy cuidadosa pues muchas mujeres tienen miedo a decir lo mal que se sienten. Hay mucho mito en cuanto a la idea de ser "una buena madre", por lo que esos sentimientos de tristeza en este periodo considerado socialmente como de feliz espera puede llevar a muchas personas a no contar como están, pero existen tratamientos eficaces de los que se puede beneficiar. Otro factor de gran ayuda es contar con un entorno familiar y social que brinde apoyo emocional y en el cuidado del bebé para que la madre pueda conservar su espacio personal.
La terapia cognitivo conductual presenta el mayor respaldo empírico en comparación con otras modalidades de terapia. Se puede realizar tanto individual como grupalmente Y se centra en el aprendizaje de estrategias de regulación emocional que incluye principalmente técnicas de relajación; entrenamiento en asertividad; afrontamiento de los pensamientos negativos respecto a una misma, la maternidad o el bebé; incremento del autocuidado personal y tiempo para una misma. Es una terapia con objetivos concretos y centrada en el presente.
Susana Amodeo Escribano
Doctora en Psicología
Psicóloga Clínica adjunta en el Servicio de Psiquiatría Fundación Jiménez Díaz
Para abordar este tema, es importante recordar que el proceso de ruptura de pareja es una de las grandes causas de sufrimiento del ser humano. A menudo ponemos el foco en el "dejado" mientras que el "duelo del dejador" es el gran olvidado.
Lo cierto es que la persona que pone punto y final a una relación se enfrenta a sentimientos tales como el miedo a equivocarse, el sufrimiento propio, la responsabilidad en el sufrimiento de la otra persona, la culpa y la incertidumbre, entre otros.
Pero ¿existe el duelo del dejador?
Como en toda pérdida, "dejado" y "dejador" experimentan un proceso de duelo, aunque éste transcurre en tiempos diferentes. El que toma la iniciativa para formalizar la ruptura, ya ha transitado por las etapas del duelo y por ello, puede aparecer a la vista de los demás como alguien indiferente o insensible al sufrimiento.
Las personas que deciden poner fin a una relación, pasan por cinco fases psicológicas que definen el duelo del dejador y que conviene saber identificar.
El dejador comienza a ver dificultades, pero se resiste a creerlo. Sobrelleva el sufrimiento en silencio y actúa como si nada ocurriera, protegiendo así a la otra persona que, en un primer momento no detecta señales de alarma.
Este periodo puede prolongarse en el tiempo puesto que tememos enfrentar un camino interior intenso y doloroso, con la responsabilidad de tomar una decisión que inevitablemente afectará y hará sufrir a la otra persona.
En esta etapa, el dejador puede culpabilizarse y enfadarse consigo mismo por no haber previsto el desenlace y por el inevitable dolor que provocará.
Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed. (Ovidio)
En esta etapa, el dejador necesita negociar y quedar "como amigo", o bien "dejarlo por un tiempo" sin llegar a comprender la imposibilidad de tales propósitos.
Por otra parte, el "dejador" negocia consigo mismo, no quiere romper e intenta, una y otra vez, reconducir algo que quizá no deba continuar. Tal vez lo hace por los hijos (si los hubiera) o por cumplir las expectativas de familiares y amistades con quienes la pareja comparte tantos momentos. Sin embargo, los hijos, los amigos o los familiares no deberían comprometer su futuro y su felicidad.
En este proceso es importante clarificar si lo que se busca es emoción y aventura o bien, la estabilidad de un proyecto en común como, por ejemplo, formar una familia.
Preocuparse en exceso, considerando reiteradamente todas las opciones sin tomar una decisión no nos sacará de dudas. Resolver mentalmente algo tan vivencial, no resultará efectivo.
El dejador puede controlar su propio proceso e ir abandonando unas vinculaciones para generar otras de forma paulatina, evitando así la depresión. Sin embargo, algunos factores de riesgo pueden actuar en el dejador haciendo que éste no pueda superar la presión interna y externa de su propio juicio y el de los demás sin poder manejar la culpa y los reproches del dejado o de las amistades.
Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades. (Miguel de Cervantes)
En general, cuando el dejador alcanza esta fase procede a comunicarlo. Es decir, la etapa final de aceptación en uno y su superación del duelo, coincide con la fase inicial de negación en el otro y de ahí las desavenencias propias de los primeros momentos. Lo cierto es que ambos terminarán por entender la necesidad de romper las amarras y abandonar la seguridad del puerto para navegar al fin en alta mar.
Artículo elaborado por Mónica Sagardoy, psicóloga general sanitaria de Hospital Quirónsalud Digital.
Para la mayoría de las personas la infertilidad supone una situación traumática y una crisis psicológica de gran envergadura, ya que han de enfrentarse al reconocimiento de incapacidades propias no conocidas anteriormente, y sobre un terreno marcado por los ideales y las representaciones sociales.
Cuando se afronta el diagnóstico, las personas elaboran el "duelo" de muchas cosas: del hijo deseado, de sus propias capacidades, de su ideal construido, de la visión de su pareja, etc. Es fácil pues que se vea dañada la propia estabilidad bio-hormonal y psicológica.
Actualmente se sabe que un problema de infertilidad fisiológica puede llevar a graves problemas de ansiedad y depresión, así como problemas de pareja. Pero también a la inversa: procesos de estrés, ansiedad y depresión pueden contribuir a la infertilidad funcional.
En este sentido, hay estudios que ponen de manifiesto que todos estos problemas se asocian con una menor posibilidad y porcentaje de concebir. El estrés puede producir una menor probabilidad de conseguir el embarazo y una mayor posibilidad de aborto espontáneo en mujeres que presentan problemas emocionales o trastornos psicológicos. De hecho, las situaciones crónicas y mantenidas de estrés afectan al sistema endocrino, la pituitaria segrega prolactina y ésta inhibe la actividad reproductora, disminuye la cantidad de estrógenos y se produce una menor probabilidad de ovulación, la progesterona interrumpe también la maduración de las paredes uterinas dificultando incluso el probable implante del embrión. También son importantes las cogniciones y psicodinamia implicadas: esquemas, creencias, autoimagen, autoconcepto, defensas, afrontamiento, regulación interpersonal, etc.
La psicoterapia reduce estos síntomas y puede ayudar a tener más éxito en los tratamientos. Los porcentajes de éxito aumentan en aquellos tratamientos de parejas que han aprendido a manejar correctamente su problemática. Cuando la adaptación personal al proceso mejora, aumentan las posibilidades de ovulación, fecundación, nidación de los embriones y consecución del embarazo. Cuanto más activos y positivos sean los miembros de la pareja y cuanto mayor sensación de control percibida tengan sobre su problema y su tratamiento, mayores serán las posibilidades de concepción.
Hay algunos puntos clave que debes tener en cuenta en el tratamiento de la infertilidad:
La frustración, la culpa, el dolor, la ansiedad y la ira son respuestas normales
La infertilidad es un problema de la pareja. Culpar al otro es contraproducente.
La comunicación con tu pareja durante este tiempo es esencial. De hecho, muchas parejas descubren que, al apoyarse mutuamente, la relación se ve fortalecida.
Los hombres y las mujeres reaccionan a la infertilidad de manera diferente.
Por lo tanto, te aconsejamos lo siguiente:
Aceptar la infertilidad es algo difícil, pero es importante que no te culpes. En la mayoría de las personas, la causa es una combinación de factores genéticos y otros que no puedes controlar.
Es importante mantener el optimismo y la esperanza durante todo el proceso, sin embargo, también es importante que te plantees objetivos realistas.
Las investigaciones han revelado que la elaboración de un plan de acción práctico ayuda a mejorar la satisfacción conyugal. No sabes cuánto tiempo durará este proceso, así que puedes ir haciendo planes a corto plazo.
Cuando vives con infertilidad, puede ser fácil acumular resentimiento y rabia. Tu pareja es la persona que más te comprenderá, por lo tanto, es importante que sigáis siendo un equipo fuerte donde compartáis vuestros sentimientos de forma positiva y saludable.
Cuando has intentado durante tanto tiempo concebir, la intimidad, ya sea sexual o romántica, puede sentirse dañada o realizada únicamente con el propósito de concebir, así que puede ser beneficioso intentar reencontraros en este terreno.
Los sentimientos de depresión y ansiedad alcanzan su punto máximo alrededor de tres años después del diagnóstico de infertilidad. Sin embargo, con el tiempo y con asesoramiento, las parejas se sienten más fuertes y los síntomas de depresión y ansiedad disminuyen.
En conclusión, trata de mantener los niveles de estrés bajo de la manera que te sea más cómoda. Ya sea dedicando tiempo a actividades saludables que sean placenteras y relajantes, como meditar, leer, hacer ejercicio o caminar; apoyándote en los amigos, la familia, la pareja, grupos de apoyo o incluso buscando ayuda psicológica especializada si lo necesitas.
Artículo redactado por: Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico en Hospital Quirónsalud Digital.
Con relativa frecuencia, tanto en los medios de comunicación como en nuestras conversaciones cotidianas, nos referimos a este concepto. Sin embargo, un somero análisis nos desvela que no siempre lo utilizamos con el mismo significado. Quizá esta sea la razón por la que, no pocas veces, atribuyamos a una simple inquietud momentánea ―reacción natural y adecuada a un peligro― la etiqueta de ansiedad o, por el contrario, restemos importancia a un estado al que deberíamos prestar atención, acudiendo a un profesional de la salud.
Afirmaciones como «Tras el accidente, la madre fue atendida por una crisis de ansiedad» nos indican la dificultad de esa persona para afrontar con éxito un suceso que sobrepasa su capacidad y en el que se ve arrastrada por el miedo o el pánico. Hablamos, entonces, de una reacción adecuada a un estímulo ansiógeno.
El uso del término ansiedad en canciones como aquella popularizada a mediados del siglo pasado y que decía «ansiedad de tenerte en mis brazos…» o en interjecciones como «¡Espera, no seas ansioso!», indican un estado de «impaciencia o premura».
Fijémonos en expresiones coloquiales como «está de los nervios» o «sufre de los nervios» que se utilizan para reflejar la inquietud permanente y sin causa justificada que sufre una persona. Particularmente, me inspiran verdadero respeto palabras utilizadas por los pacientes para describir este estado: malestar intenso, angustia permanente, sensación de peligro, alarma constante, miedo atroz, zozobra, inquietud, incertidumbre, inseguridad o descontrol. ¡Casi nada!
De manera que la ansiedad podría definirse como una respuesta emocional que se desencadena ante situaciones amenazantes reales o percibidas como tales. Cuando no es causada por un peligro cierto, puede aparecer repetidamente provocando angustia, inquietud y malestar elevados, en este caso hablaríamos de ansiedad patológica o desadaptativa.
Se han propuesto diferentes hipótesis que explicarían el origen de la ansiedad, pero resumidamente comprenderían los siguientes factores causantes:
En todo caso, la respuesta de ansiedad no se debe a una mera adición de factores, ya que éstos interactúan entre sí produciendo un efecto multiplicador. De ahí la importancia de actuar solicitando tratamiento ante los primeros síntomas.
No estará de más, por lo tanto, que estemos atentos a las posibles señales de un estado que aconseje acudir a un profesional de la salud. Podríamos clasificar los síntomas de ansiedad atendiendo a los factores causales mencionados arriba:
Si has llegado al final de estas líneas y te sientes identificada o identificado con lo descrito, me gustaría transmitirte que actualmente existen tratamientos para combatir la ansiedad tanto farmacológicos como psicoterapéuticos que han demostrado ser eficientes en un alto porcentaje de casos.
Redactado por Mónica Sagardoy, psicóloga general sanitaria de la Unidad de Salud Mental de Hospital Quirónsalud Digital
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